viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº2756

Deportes | 23 nov 2016

"A un mes del campeonato, llora desconsolado el viejo"

Treinta días después del máximo logró obtenido por Sportivo San Cayetano, el periodista Sebastián Arias recupera el día que lleno de gloria a la localidad vecina.


Por: Sebastián Arias, periodista de San Cayetano

Llora el viejo. Tiene las manos quietas en el alambrado, pero su cuerpo tiembla como una hoja cuando sopla el viento en invierno. Tiene la mirada clavada en la cancha. Mira el cielo, llora, y deja que fluyan los recuerdos. Llora con lágrimas de alivio. De desahogo. Es una mezcla de todo. Un nene lo mira y no entiende demasiado. En realidad no entiende nada. No comprende el porqué de las lágrimas que bajan lentamente por la mejilla de ese viejo bonachón, que es como el abuelo de todos. Hoy no comprende el delirio de los hinchas, inmersos en un océano rojo y blanco de abrazos y lágrimas infinitas, de escudos bordados en el alma, de piantados felices, de gritos eufóricos, de estas secuencias imborrables en la que el tiempo debió quedarse estancando para siempre, porque así lo soñamos desde la cuna. Porque por la piel y por los ojos nos ha entrado algo de lo cual nunca vamos a lograr desprendernos jamás: son más de las seis de la tarde del domingo 23 de octubre y Sportivo logra consagrarse campeón en Lobería, tierra donde nadie podía ganar. Es campeón por segunda vez en su historia. Termina de conquistar un justo y digno campeonato, de menor a mayor, con mucho oficio, humildad, y con mucha hambre de gloria y sed de revancha. Es un campeón “a lo Sportivo”, a puro sacrificio. Por eso tanta emoción. 


El viejo, que las vivió todas, sigue llorando y el pibe lo mira otra vez y no entiende. Y cómo va a entender, pobre pibe, tanto desahogo si sus ojos no sufrieron (todavía) como los del viejo. No sabe que la final del año pasado en esa cancha de mierda dolió un puñal. Fue un vía crucis. No sabe lo que sufrieron Cachito, Jazmín, el Juani López, Kaín, el Tanque. No vio cómo pasamos de la emoción a la incertidumbre, y de ese estado, a la tristeza y bronca. Ni vio el lunes la cara del Ruso Aranguren mirándome con los ojos afligidos como pidiéndome perdón por el penal errado. No sabe de la charla entre el Pela y el DT, afuera del Teatro, para resucitar todo. El Presi hacía poco que había perdido a su vieja, pero Sportivo lo mantenía vivo. Ni sabe de lo que costó hacerse fuerte más allá de las fronteras del querido Felipe, nuestro segundo hogar.


La historia no arrancó bien. Y parecía que teníamos que archivar el sueño. Guardarlo en el baúl de las ilusiones frustradas. Que no teníamos el derecho a soñar. Que estas cosas de la gloria y los triunfos son para los ricos y no para los negros de mierda, como nosotros, los de Sportivo. Que la cabrona historia, empecinada en hacernos sufrir, siempre o casi siempre, en despreciarnos, nos jugaba otra mala pasada. Y que el título otra vez se nos escurría como arena entre los dedos. Encima a un tal Contreras se le ocurre tirar un centro llovido y Ledesma, de cabeza porque no tiene piernas, la manda a guardar. 1 a 0. Y a sufrir. Rojo de mi vida, ¿qué te pasa? Será de Dios!!! Otra vez abajo, como casi todo el año.


Pero enseguida hay que ir para adelante. Porque así somos: Fieles y optimistas hasta después del último segundo. Porque muchas veces el resultado no nos importa. Vamos a alentar todos como siempre. No todo está perdido, PIBE, parece decirle el Viejo. Vamos que se puede. Porque hay que torce el rumbo. Inventar lo imposible. Romper la barrera de la lógica. Y aunque todos apilados en esa tribuna somos una bola de nervios, hay esperanza. Porque tenemos un flaquito que la rompe toda. Que parece salido de un cuento. Dale Nico, dale que sabés. Sabés mucho Nico. Pisala un rato. Bailalos, papá. Dale que cuando vas lanzado en velocidad, por la raya, con ese tranco largo, pareces el Gino (cuántas alegrías Gino querido). Juntate con Pablito, que siempre la hace redonda, y tirá una pared. Dale que Pablito no se va a ir, no se va a borrar, porque vino para ser campeón. Y para ser campeón hoy hay que ganar…


El Ruso empuja desde el fondo. Suspira y mira el piso. Y vuelva a gritar. Intenta animarlos. Pero no hay caso. No entra. La pelota pasa siempre cerca, como en la primera final. Es como que nada podemos hacer, que esta es la historia de los que nunca ganan, que no es culpa nuestra, que todo ya es culpa del Barba. Nos falta siempre una para el peso. Se lo pierde Víctor de cabeza. Y al ratito, con el pie, Gonzalo. Final del primer tiempo. Y un nudo en la garganta. Claro, ahora con el diario del lunes todo es más fácil. Todo parece más sencillo. Pero había que soportar ese entretiempo en Lobería y ver nuestras caras.
¿Será otra vez figurita repetida?, pensamos por lo bajo. Se nos venían todas las frases a la cabeza: “Son cebollitas otra vez”, “Van a ir a gastar plata al pedo a Lobería”. Y dale que dale…


Pero, ¿sabés por qué vinimos hasta a Lobería a gastar plata al pedo? ¿Sabés por qué llenamos la cancha y armamos una fiesta? Vinimos en micro, en camión, en caravana, de fiesta, cantando, con bombos y banderas, alentando, locos de ilusión, porque además de tener a la mejor hinchada de la Liga (lo reconocen todos), no íbamos a abandonar al equipo, como no lo abandonamos nunca cuando las cosas no salían. 
Porque tenemos a Marito Alberto. Que no es Kempes. Pero hace goles. Que juega como el Chango del 98. Es defensor. Pero también va de cinco, o de nueve, según las necesidades. Porque además está “El Lava”, gladiador de pocas piernas pero con un corazón más grande que el Felipe. Porque lo acompaña Victor, un cinco de mucha suela que no se achica nunca y que llegó a jugar hasta con una costilla rota. Y porque en el fondo se planta “El Pirata”, un 2 con alma de campeón, que nunca saca la pata y al que le sobra carácter.


Por eso, y por todos los pibes del club como Mapu, Gato, Piri, el Negro Graziano, Pepe, Diego, Lucio, y Simón, esta historia merecía un final feliz. Arranca el segundo tiempo. El de la verdad. La gloria para siempre o el ocaso definitivo, el castigo otra vez. Dale que a estos, que son horribles, que le pegan para arriba, también les vamos a “tiramos la cebolla y el alambrado”. Dale viejita. Qué nervios viejita. Dale que vinimos a verte ganar. Pero si te toca perder. Si te toca perder otra vez. Te vamos a alentar igual. Porque el sentimiento no entiende de resultados.. Porque ser de Sportivo es una pasión que viaja de generación en generación: de Pelusa a Pachorra, de Pachorra a Martín y de Martín a sus nietos. Es una cerveza con amigos. Es la camiseta colgada en el cordel del patio de mamá. Es el portarretrato del abuelo que vive en el cielo y llora con nosotros. Es el guardapolvo bien blanco pero con la albirroja abajo. Es agarrase a piñas en los recreos “porque vos no tenés copas”. Es la infancia. Es esa bandita que anda junta para todos lados, como Los Mismos de Siempre. Es “cuidate hijo, buen viaje, ganen”. Es la Rubia Marlats volando a una pelota que no va a llegar nunca. Pero vuela igual. Sportivo es nuestra OTRA CASA CUANDO SOMOS CHIQUITOS Y NOS LARGAN AL MUNDO. Nos emocionó. Nos marcó el camino. Le puso música de cancha y color a nuestras vidas. Nos enseñó a caer y levantarnos. Nos enamoramos del Felipe. Nos dio un abrazo, una caricia, el Viejo Regueira. Nos enseñó a patear una pelota el Negro Peinado. Puufff!!!!! Cuántos recuerdos!!!


Somos así. Somos la metáfora del viejo colectivo (que mucho no recuerdan) lento y feo, viajando hasta Necochea, con un banco de madera en el medio para que entremos todos. Somos las travesuras del Tocho. Los vinos del Mencho. La voz ronca de Cachito. Las puteada del Gallego Álvarez. La bondad de Humberto Sampayo. Sufrimiento. Esfuerzo. Sacrificio. Somos Pelusa gritando “Vamos chicosss”. Somos morir y resurgir en el último instante, como el gol de Hernan Hincke a los Chimangos.


Pero regresemos al partido y al viejo que lloraba, el hilo conductor de esta historia.
Pobre giles. Pobres tontos estos de Newbery. Se creyeron que no podíamos revertir la historia. Que nos íbamos a quedar de brazos cruzados viéndola pasar así como si nada. ¿De verdad creían que otra vez nos íbamos a ahogar en la orilla? ¿De verdad pensaban que íbamos a archivar el sueño? No tenían ni idea con quién se estaba metiendo. No se imaginan de lo que eran capaces de hacer estos Enfermitos Incurables con la albirroja en el pecho… 
Nico desborda, como todo el año. Manda un centro al primer palo, y Gonzalo mete la testa y la historia empieza a cambiar Rojo de mi vida. Magistral cabeza, certero, hiriente al palo. Inatajable. Van 13 minutos del ST. Ahora ellos se empiezan a preocupar. Se callan. Se asustan. No cantan. Quedan perplejos. Se miran sin entender. Saben que están fritos. Que les llegó la hora. Que se les viene la noche y un frío les empieza a recorrer el cuerpo...
Pero hay más. Porque el Rojo no se achica. Todo nace en una corajeada de Graziano. Centro rasante, venenoso, con destino a Furh. El tipo no la para ni duda y saca un remate letal, como la mano de nocaut de un boxeador, y lo deja herido de rodillas al pobre Irigaray sin entender lo que estaba pasado. Ese fue el instante en el que todo cambió para siempre. Vomero marca que faltan tres minutos y no recuerdo mucho más porque los ojos me explotaron en lágrimas. No sé cómo continuar describiendo lo qué pasó. Podría hablar un día entero del equipo. Pero lo que me rompió el corazón en pedazos y me llevó a escribir esta historia es ver a ese viejo llorando de alegría, temblando como una hoja, después de que el árbitro macara el final.


Les digo que lo que me partió el corazón fue ver al querido Pequeño emocionado, agarrado al alambrado, ante la mirada de ese pibe que lo miraba sin entender lo que estaba pasando...

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