La reunión fue parte de una serie de acciones impulsadas para visibilizar el impacto potencial de la planta. Este martes 15 de julio, cierra el plazo para presentar comentarios acerca de la instalación de la mencionada industria en la zona. La web del Ministerio ya cuenta que más de 100 comentarios de necochenses y quequenenses que han dado sus opiniones lo que visibiliza que la mayoría esta en contra de la instalación en el mencionado punto.
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Desde que en junio los vecinos tuvieron acceso al Estudio de Impacto Ambiental (EIA) producido por la empresa Maltén, las alertas se encendieron rápidamente. El informe, que describe diversas afectaciones al medio ambiente, ha generado una creciente preocupación entre los residentes de la zona, que advierten sobre los riesgos para el ecosistema del río Quequén y la calidad de vida de los habitantes del Paseo de la Ribera.
Uno de los principales temores es el vertido de lodos y desechos industriales al río, un riesgo que recuerda el caso de la curtiembre ubicada en el barrio Mataderos de la ciudad, cuyos desechos fueron responsables de la contaminación del agua y los suelos cercanos. Además, la posibilidad de que la planta libere olores nauseabundos, como el de cereal podrido, es una preocupación adicional para quienes disfrutan del río como espacio recreativo.
En diálogo exclusivo con NDEN, Susana Laborde, una de las impulsoras de la reunión de vecinos, fue tajante al respecto:
"Lo que hicimos nosotros fue explicar por qué la urgencia, por qué es la única instancia de participación, porque, estaba en duda en eso, y se aclaró que no, que la instancia es esta, y se informó algo fundamental, que es, que toda la zona frente al río Quequén, es zona industrial planificada. Eso desde el 81, y que, debido a que ningún funcionario jamás se tomó el laburo de modificar el planeamiento de la ciudad, sigue estando ahí, a 50 años, casi, una zonificación que nadie puede querer, o sea, nadie puede pensar que ahí enfrente puede ir un parque industrial".
Laborde también destacó que no se oponen a la instalación de la maltería en sí, sino a la zona en la que se pretende instalar:
"Nosotros no queremos un parque industrial ahí, eso sin ninguna duda".
En ese sentido, enfatizó que la ineficiencia de los funcionarios municipales ha permitido que se mantenga una zonificación obsoleta que no responde a las necesidades actuales de la comunidad.
Ante el rumor de que el Concejo Deliberante habría aprobado la venta de calles como excepción para que la maltería controle todo su predio, Laborde fue clara:
"Lo que se está haciendo no es solo irresponsable, es ilegal. La venta de las calles no fue aprobada por los vecinos ni por la comunidad, y lo que no se puede permitir es que se hagan excepciones para beneficiar a una empresa a costa del bienestar de todos."
Fue tajante Laborde al decir "si hay algún acto administrativo, donde se vea que se vendió una calle, van todos en cana, o sea, no se puede vender una calle".
Según los vecinos, el municipio ha utilizado el recurso de la excepción para permitir la instalación de diversas industrias en zonas que no deberían ser industriales. "Esto viene sucediendo desde hace años, y ahora estamos pagando las consecuencias", añadió Laborde.
La consulta pública para este proyecto ha estado abierta desde fines de junio, y los vecinos están convocando a la comunidad a sumarse. Aunque no se oponen a la instalación de la planta en sí, insisten en que se realice en otro lugar, como en otros distritos de la región, que ya cuentan con las condiciones necesarias para albergar este tipo de proyectos industriales sin poner en riesgo el entorno.
Camila Burgueño, vecina del Paseo de la Ribera, también compartió su preocupación en una conversación exclusiva con NDEN:
"La reunión de vecinos y vecinas estuvo buenísima, porque hubo muy buena convocatoria. Éramos aproximadamente 50 personas, pero más allá de eso, hay un grupo que funciona hace rato entre los vecinos de La Ribera, que están desde hace más tiempo, y que ya estaban movilizados. Había presencia, por ejemplo, de clubes, lugares de recreación, están todos informados y apoyando el pedido de que la maltera se instale, pero en otro lado, que no sea en el río, y menos con las condiciones que plantean, porque la misma empresa está diciendo que el impacto socioambiental es gravísimo".
Burgueño también señaló la cantidad de agua contaminante que podría verter la maltería en el río:
"Se están hablando de 1.800.000 litros de aguas contaminantes por día, de que si los pozos de agua no le alcanzan, van a sacar agua del río, sumado a eso, de los olores que va a haber, porque ya sabemos cómo es, el olor a cereal podrido, ¿verdad? Porque hay en muchas partes de la ciudad olor a cereal podrido".
En su intervención, también reflexionó sobre el impacto en la vida diaria de los vecinos:
"El río es de todos y todas las personas que venimos, que pescamos, que nadamos, que andamos en kayak, que corremos, que andamos en bici, que venimos a tomar un mate, bueno, el río es de todos y todos tenemos que defenderlo de que no se llene de un olor horrible y que se vuelva un lugar más intransitable".
A pesar de la falta de apoyo oficial, los vecinos y vecinas continúan organizándose y difundiendo la información, con el objetivo de frenar lo que consideran un proyecto perjudicial para la zona.
Burgueño destacó la importancia de defender los espacios naturales de la comunidad:
"Antes había manantiales de agua transparente en el río y ya no los hay más, entonces ¿cuánto más? Vamos."
A pesar de las dificultades, la comunidad sigue comprometida en la defensa de su entorno y hace un llamado a la participación ciudadana en la consulta pública.
La maltera, que promete generar cientos de puestos de trabajo, también trae consigo una amenaza potencial para el desarrollo turístico de la zona y para la calidad ambiental de la ribera. La lucha vecinal por una planificación más responsable se ha convertido en un símbolo de la defensa del patrimonio natural y turístico de Necochea.
En conclusión, los vecinos no se oponen a la maltera, pero insisten en que debe instalarse en un lugar adecuado, con las condiciones necesarias para evitar dañar el ecosistema del río y el entorno en el que viven.