La ingeniera Susana Laborde afirmó: “Era lamentable el grado de incomodidad que mostraron Sánchez y Diez intentando convencer que el procedimiento de aprobación que utilizaron era correcto, pero no se les ocurrió disculparse por no haber informado claramente a la ciudadanía que estaban tratando una venta de calles públicas a una maltería que pretendía instalarse. Nos hubiera dado la posibilidad de iniciar nuestras manifestaciones y trámites de oposición antes de que se viabilice el emprendimiento”. Laborde agregó que “sin la resolución del estudio de impacto ambiental no se puede avanzar en nada” y criticó la falta de presentación del proyecto ejecutivo a la comunidad.
Durante la sesión, los vecinos también denunciaron la actitud del concejal Diez, quien utilizó la palabra “pelotudo” al responder a un vecino y aseguró que “no es necesario conocer el proyecto para vender las calles”, generando indignación entre los presentes.
El colectivo ante esto reclamó representantes dignos y una planificación urbana responsable que proteja la ribera.
El reclamo principal fue la reubicación de la maltería a un sector industrial alejado del río, para minimizar los impactos de ruidos, olores, polvillo y posibles vertidos en el Río Quequén, un área considerada ecológica y protegida. Los vecinos explicaron que la planta ocupará 49,7 hectáreas, producirá malta para exportación y comercializará su producción desde un giro de Puerto Quequén. Subrayaron: “Queremos que la maltería se instale, lo que cuestionamos es el lugar”.
Como resultado del encuentro, se acordó una nueva reunión ampliada con participación del Departamento Ejecutivo, concejales y representantes vecinales, para garantizar acceso formal a todos los expedientes vinculados y avanzar hacia un proceso más transparente.
Los vecinos cerraron la jornada con un mensaje claro: “Sí a la maltería, no en la ribera”. Además, preparan un festival comunitario el 24 de agosto para visibilizar la causa y juntar fondos ya que no descartan una presentación judicial.