El triunfo electoral del peronismo en Buenos Aires representó un quiebre en la coyuntura actual. No es para menos, le sacó 14 puntos de distancia a la Libertad Avanza (LLA) en la provincia que concentra casi el 40% de la población, representa el 36% del PBI nacional y concentra el 37% de las exportaciones totales.
Este nuevo escenario no fue advertido ni por las encuestadoras ni por los dirigentes peronistas más optimistas. Mucho menos por el presidente Milei, su hermana Karina y el armador bonaerense, Sebastián Pareja.
¿Cómo explicar los resultados electorales de la provincia de Buenos Aires? ¿Cómo se construyó la subjetividad de los bonaerenses que dieron uno de los golpes políticos más importantes al gobierno libertario?
En principio, podemos hablar de varios factores que confluyeron en un mismo tiempo y lugar. Algunos con base más objetiva y otros con base más azarosa, pero todos se encontraron en un mismo cauce. Se me ocurren, al menos, unos cinco:
Aventuramos una primera hipótesis: se quebró el factor expectativa que hacía pensar a miles que después de la tormenta ajustadora se daría un ciclo de mejoras, de recompensas a los de abajo.
En ese marco, ésta caída de la imagen no solo se concentró en los sectores populares u obreros. La elección mostró un retroceso central en zonas del interior bonaerense muy vinculadas a la actividad agropecuaria que, pese a la baja light de las retenciones, vio caer sus expectativas al calor de la suba de los fertilizantes y la maquinaria, así como por la falta de obra pública nacional en lo que hace a los caminos rurales e infraestructura que garanticen la acumulación armoniosa de las ganancias en el sector.
Si pensamos esta estrategia a nivel nacional, podemos ver cómo las ambiciones del tándem Karina/Pareja no hizo más que cosechar derrotas y abrir la ancha avenida del medio para que la empiecen a transitar “la liga de los gobernadores”, quienes empiezan a dar forma en los hechos a la concreción de un frente democrático de centro-derecha de cara al 2027 o alguna turbulencia inesperada.
Esta nacionalización implicó una polarización entre el gobierno nacional, y todos sus desatinos, y un gobernador que quedó ubicado como principal rival del ejecutivo nacional. No se refrendó la gestión bonaerense, se refrendó la nacional. En ese marco, la primera opción para el voto antimilei se canalizó en las huestes peronistas que si bien no logró mayores caudales que en la última elección, lo cierto es que difícilmente no hubiese pagado algún costo electoral de no ser por la polarización. La crisis interna con la que llegó a los comicios y una gestión que, si bien se muestra “ordenada”, no despunta con ningún caballito de batalla en la gestión que traccione un imaginario de masas.
En ese marco, haber garantizado una lista unitaria (más allá de algunas fugas como las del intendente Zamora en Tigre y otros armadores peronistas) le permitió una centralización de la dirección del proceso anclado en las dos principales secciones, como son la tercera y la primera. Si bien se expresaron esquirlas de las disputas con las críticas de Máximo Kirchner y Mayra Mendoza en medio de la campaña, no lograron imponerse sobre la alianza del gobernador con los intendentes y sobre el escenario polarizado con LLA.
El escenario que dejó la elección no quiere decir que el gobierno no pueda revertir la situación y aspirar, al menos, a recuperar el caudal de votos perdidos apuntando todos los cañones a las más de dos millones de personas nuevas que decidieron no participar de la jornada electoral (en total suman más de cinco millones de electores).
Ahora bien, el rumbo económico no sólo no encuentra salida sino que pareciera empeorar. Hasta las elecciones nacionales de Octubre hay un abismo y quedó demostrado en las primeras horas del lunes. El JP Morgan le habló a sus clientes y los instó a no “timbear” en Argentina. Los mercados fueron claros: las acciones argentinas en Wall Street cayeron hasta un 24%, el dólar superó los $1400 acercándose al techo de la banda y el Riesgo País superó los 1100 puntos. Industriales y empresarios empezaron a presionar para una reorientación del rumbo económico y los banqueros se ofuscaron con la suba de los encajes en el BCRA. ¿El círculo rojo sigue bancando el modelo?
La respuesta del gobierno, por ahora, es más o menos mantener todo como está. No renovar el gabinete ni modificar el rumbo económico. En algún punto, todo pareciera encaminarse a seguir mangueando deuda por doquier (negociaciones abiertas con el BID y EE.UU.) y a continuar vendiendo las joyas de la abuela con alguna privatización o la disponibilidad de los fondos del tesoro para intervenir en el mercado.
¿El gobierno corre en el pantano? ¿El círculo rojo le picará el boleto al modelo libertario? ¿Saldrá del atolladero el gobierno? Todas preguntas que prometen tener respuesta en un futuro cercano.