El evento reunió a más de mil personas de 31 murgas provenientes de distintas provincias y ciudades del país. Allí, bajo el sol del Balneario Maldonado, Necochea estuvo presente con una delegación que no solo llevó su baile y sus bombos, sino también su historia, su identidad y su manera de construir comunidad.
El camino hasta Bahía fue largo. “Dos semanas antes pensábamos que no llegábamos, pero el deseo se contagió y con mucho esfuerzo el sueño se cumplió”, cuentan. Desde junio, la murga organizó ventas de comida, rifas, campañas de socios, recibió apoyo de comerciantes e instituciones y sumó aportes de organizaciones sociales y políticas. Cada peso reunido llevaba detrás manos y nombres de Necochea.
En esos meses, las casas se convirtieron en talleres: costuras interminables, confección de banderas, estandartes, chaquetas, sombrillas, arreglos, bordados y pintadas colectivas.
“Los chicos estaban ansiosos esperando su traje… y ver sus caras es lo que te impulsa a seguir”, recuerda Roo Bello, tallerista.
Gaby Bello, cofundadora y sostén histórico de Hoy Bailaré, resume la previa como un ritual comunitario:
“La previa también es parte del viaje: cocinar juntas, coser en la casa de Julia, pintar en la casa de Cassy. Eso es hermoso. Ahí también se hace la murga”.
En Bahía Blanca, Hoy Bailaré se reencontró con murgueros de todo el país. Muchas infancias y adolescencias vivieron por primera vez la experiencia de viajar fuera de Necochea, lo que abre puertas simbólicas y reales.
“Esto te cambia la vida totalmente”, dice Diogo, de 16 años, bombista y co-director de la murga.
“Ves que podés, que se puede lograr algo entre todos. Aprendés valores y te alejás de lo malo”.
Para la directora, Brasuka Lopes, el Encuentro es un espacio histórico:
“La murga nos deja ver quiénes somos. Nos salva la vida. Muchos hoy son clase media gracias a las herramientas que les dio la murga. Es una continuidad cultural de gente pobre que encontró un camino en el arte”.
Brasuka habla de la murga como pedagogía social: una herramienta que desestigmatiza, que acompaña, que abraza y que habilita a los sectores populares a reconocerse como artistas.
“La murga es una herramienta del pobre. Te hace ver que sabés hacer cosas que la sociedad te niega. Es potencia, es identidad”.
Entre los testimonios más emocionantes están los de los más chicos.
Rayen, de 7 años: “Me gustó mover el cuerpo, aprender el ritmo, ver gente cantar. Quiero ir otra vez”.
Aruna, de 6: “Me divertí mucho, aprendí pasos nuevos y me cuidaron todos”.
Estos relatos muestran la dimensión afectiva y protectora de la murga necochense: un espacio seguro en un contexto donde muchas infancias viven situaciones adversas.
Las murgas no solo comparten escenarios: comparten tiempo, códigos, compañerismo y saberes.
More, de 15 años, lo resume así: “Conocés otras murgas, hablás con todos, incluso en la fila del baño. Intercambiamos redes para seguir conectadas”.
Lucho Marín, de 32 años, agrega:
“Lo que más me gustó fue sacarme la manija de bailar. Acá el que nunca baila, baila. Y sabés que estás en un lugar seguro”.
Para Vale Antognietti, de 41 años, la clave está en lo generacional:
“Me gusta cómo se juntan jóvenes y adultos, cómo se transmiten conocimientos. Estamos acostumbrados al individualismo, y acá hay que compartir”.
En Bahía, la delegación necochense también profundizó en la historia del género murguero argentino. Los referentes mayores transmitieron memorias, estéticas, técnicas y luchas.
Brasuka reivindica esa raíz popular:
“Me duele que se hable más de la murga uruguaya que de la argentina. Tenemos que hacer el esfuerzo de reconocer nuestra historia”.
En estos encuentros, el orgullo reemplaza a la vergüenza.
“Sentí que todas las veces que no salí debería haber salido. No hay que tener vergüenza”, dice Soledad Gutiérrez (30).
Los testimonios coinciden en un punto: la murga es contención.
“La murga ayuda. La murga salva. Hoy hay muchos suicidios y la murga acompaña. Es un espacio de expresión para quienes están en los lugares más marginados”, explica Brasuka.
Lady, participante de Mar del Plata, aporta una mirada que también refleja lo vivido por Necochea:
“Esto te llena el corazón. La amistad, la familia, el cariño. Todo eso te sostiene”.
Lo que vuelve del viaje no son solo trajes usados ni instrumentos cansados: vuelve comunidad fortalecida, jóvenes renovados, niñas confiadas, adultos emocionados, lazos profundos y aprendizajes que se transmiten como semillas.
Como dice Cami Burgueño, autora que viajó con la delegación:
“Me emociona ver cómo grupos tan diversos se encuentran masivamente sin violencias, compartiendo lo que aman sin competir. Eso también es futuro”.
Hoy Bailaré regresó a Necochea reafirmando que la cultura popular sigue viva porque la sostienen quienes creen en ella: familias, vecinas, jóvenes, abuelas, músicos, costureras, artesanos, niñas, murgueros y murgueras de todas las edades.
EL ESCRITO COMPLETO POR CAMI BURGUEÑO ORTIZ
20 Años Del Encuentro Nacional de Murgas Argentinas by noticiasdenecochea