Según el relato que acompaña la publicación oficial, el protagonista de esta historia fue un inmigrante italiano de 50 años, quien tuvo la original idea de llevar su vaca directamente a la playa para vender leche fresca entre los numerosos veraneantes que disfrutaban allí de sus vacaciones.
Lejos de tratarse de una actividad informal, la iniciativa contó con autorización municipal, otorgada luego de que se realizaran los controles sanitarios correspondientes tanto al animal como a su propietario. De esta manera, el emprendimiento pudo desarrollarse de manera legal, convirtiéndose en una atracción más del verano necochense de aquella época.
En la imagen —perteneciente al Fondo El Cronista Comercial— se puede ver a varios veraneantes saboreando la bebida, en una postal que hoy resulta impensada pero que entonces era considerada una opción saludable y una curiosidad propia de otros tiempos.
La fotografía, identificada en el archivo como AR-AGN-ECC01-136162, despertó sorpresa y nostalgia, al reflejar una etapa en la que las prácticas turísticas y las costumbres en la playa eran muy distintas a las actuales, dejando una huella pintoresca en la historia de la ciudad.