

“Comencé a estudiar previo a la crisis del 2001, y mi primer territorio de militancia y de deseo estuvo en la docencia en geografía. Desde niña siempre me gustó lo que tiene que ver con el juego y el riesgo. Sobre todo con el uso del cuerpo, hacía gimnasia artística, me gustaban las piruetas estaba inquieta. El teatro era una cuenta pendiente pero estaba a cargo del hogar con mi hija: primero la supervivencia. Pero cuando se abrió el profesorado en Necochea, fui de la primer promoción y fue un viaje de ida. Me enamoré con locura del teatro y sobre todo la actuación”, indica.
Luego Jorgelina comenzó a estudiar en la universidad de Tandil, mientras actualmente está haciendo una maestría sobre actuación en relación a la investigación de espacios. “Cruzo geografía y teatro todo el tiempo, siempre jugando desde el cuerpo. Me gusta la exploración desde lo físico para producir escena”, sintetiza.
- ¿Cuáles son tus primeros recuerdos en la profesión?
- Conduciendo una varieté, en el almacén Murillo. Con un grupo de compañeros que se llamaba Zafarrancho, fue una bomba, la pasamos muy bien. Hice distintos trabajos de actuación, estuve en algunas obras de Eugenia Ferrario, participamos en instancias regionales, provinciales… salimos a hacer función a distintas ciudades. Sobre mi primer recuerdo de la infancia, de niña jugaba a todo tipo de cosas. Estudiando teatro, me di cuenta que eran juegos teatrales. De grande pensé que dependía del talento, y me di cuenta que todos podemos actuar, todos podemos hacer teatro. Se trata de entrenar, de aprender distintos modos de entrarle a la escena. Eso lo milito porque está bueno desmitificar. El arte es como cualquier otro campo de conocimiento, todo se trata de estudiar. En la actuación lo llamamos entrenar.
También estuve en Intangible como actriz, hice otros trabajos de actuación en eventos de la ciudad. Por ejemplo para algunos cortos sobre micromachismo, una experiencia distinta frente a cámara.
Jorgelina a su vez se formó mucho en Buenos Aires, eso influenció en su manera de trabajar, ya que no se quedó nunca quieta. “Tomé clases con Silvio Lang, me afilé en performance. También me formé dos años con Guillermo Cacace, sobre el entrenamiento en actuación sobre la escena contemporánea. Después me especialicé en un sistema de entrenamiento para actuación –donde más pongo el foco para mi futuro- con un brasilero que se llama Renato Ferracini. Primero en Tandil, y luego me fui a Brasil a tomar clases con él”, cuenta.
El trabajo con el que creamos La Isla de los Alucinados, tiene que ver con esta formación. Estoy dirigiendo y coordinando este grupo de investigación que se llama la Mostra Nostra, que nació de unos talleres que creé para entrenamiento en actuación, y a un grupo que venía tomando clases conmigo le propuse formar este grupo para entrenamiento de formación contemporánea. Investigamos sobre todo el espacio, lo que es Salta la Térmica, y con ese trabajo de investigación cree la dramaturgia de la obra, además de dirigirla. Actúo como presentadora, y opero toda la técnica desde adentro, desde la actuación.
- ¿Qué te mueve del teatro?
Me interesa mucho investigar en el teatro, y en general el trabajo de investigación lo hago desde el cuerpo, desde la actuación. Nunca arranco con textos dramáticos, sino que la dramaturgia la arma la misma actuación. Se llama dramaturgia de la acción.
Durante diez años Jorgelina coordinó el taller municipal de teatro para adultos, una experiencia “transformadora”, y así lo recuerda: “Todas las obras que compartimos cada fin de año fueron creaciones colectivas". Luego, agrega: "El teatro es súper amplio, lo que me interesa es la actuación y producir escena, investigarla en espacios no convencionales. Espacios públicos, galpones, calle. Siempre hay una vuelta de rosca".
¿Cómo ves a la ciudad en relación al arte?
Necochea me parece un territorio complicado para las artes en general. Hay algo de nuestra identidad, de nuestra idiosincrasia, enquistada en la idea de que acá no pasa nada, de que todo lo bueno viene de afuera, cuestiones por el estilo. Institucionalmente, a veces desde los espacios municipales se arengan cosas de afuera, hay que revalorizar y significar lo que hacemos los trabajadores del campo de las artes de Necochea. No en todas las gestiones y no siempre, pero es una tendencia.
Los artistas tenemos que remarla bastante en la ciudad. Es una época compleja en cualquier terriotrio para el teatro, salvo en las grandes ciudades. Con tantas plataformas, redes y demás, todo el tiempo están creando productos que nada tienen que ver con la metáfora, la poesía y el arte, sino con el entretenimiento y la inmediatez.
¿Cómo se hace para motivar a la gente a que vaya a ver y compartir teatro?
Es un desafío. Hay que poner en diálogo a las prácticas teatrales con los tiempos que corren, una invitación a abrir una pregunta, a cuestionar la realidad. Está bueno saber lo que está pasando en relación a las producciones que vamos a generar.
Por ejemplo en la Isla de los Alucinados, el espectador no va a estar sentado quieto desde una caja negra con principio, desarrollo y final. Es del orden de una experiencia. Lo que más me interesa es generar experiencias en el campo teatral, me parece que eso marca la diferencia en nuestro hacer. Frente a una pantalla no hay una experiencia orgánica, sólo una experiencia comunicacional. Experenciar teatro nos invita a abrir, a hacer una incisión en la realidad. Armar un mundito paralelo, convidar una experiencia y salir de ahí transformado no necesariamente con ideas nuevas, sino con preguntas, eso me interesa.
Jorgelina hoy se dedica sólo al teatro: “Me imagino pudiendo compartir este modo particular de hacer escena, poder compartirlo en otros territorios. Moverme y alimentar a muchas personas este quehacer que es muy gratificamente en términos de humanidad, pero con un fuerte trabajo detrás”, concluye.