

El primer alerta se encendió en la calle 51, entre 42 y 44. Un Volkswagen Gol de color rojo impactó violentamente contra una camioneta Silverado que se encontraba estacionada. Tras el test de alcoholemia, se confirmó que el conductor del Gol presentaba 0.46 gramos de alcohol por litro de sangre (G/L). Si bien la camioneta sufrió daños leves, el potencial riesgo de este accionar es innegable.
Pocas horas después, la escena se repitió, esta vez en la intersección de las calles 59 y 26. Una Ford Maverick colisionó contra dos vehículos estacionados, dejando un panorama desolador. El control de alcoholemia al conductor de la Maverick arrojó un alarmante resultado de 1.54 G/L, un nivel que evidencia un estado de ebriedad severo. Un Volkswagen Bora estacionado sufrió graves destrozos en su parte trasera, y otro Volkswagen Gol también resultó dañado.
La fortuna quiso que, a pesar de la violencia de ambos impactos, no se registraran heridos. Sin embargo, estos hechos sirven como un crudo recordatorio de la peligrosa combinación entre alcohol y volante. La irresponsabilidad de estos conductores transformó las calles de nuestro distrito en una ruleta rusa, donde la integridad física de cualquier vecino podría haberse visto comprometida. La persistencia de estos casos, incluso con operativos de control durante los fines de semana, genera una profunda preocupación en la comunidad.
La pregunta resuena con fuerza en la comunidad: ¿Hasta cuándo tendremos que lamentar este tipo de situaciones? La concientización sobre los riesgos del alcohol al volante es una tarea constante y urgente. Estos dos incidentes, que de milagro no terminaron en tragedia, deben ser un llamado de atención para toda la sociedad sobre la importancia de la responsabilidad individual al momento de conducir y sobre la necesidad de revisar la efectividad de las medidas de control existentes.