

La primera final, 1-1 en Bahía Blanca, fue el 29 de mayo.
Esta increíble historia ha sido rescatada y profundizada por el periodista Gustavo García en su libro "Estación Quequén, crónica de una hazaña". García, quien compartió detalles de su obra en artículos publicados por Infobae y Tiempo Argentino, destacó la importancia de este hito para la región:
"Escribí 'Estación Quequén, crónica de una hazaña' con la idea de poner en valor la historia deportiva de Necochea y Quequén. El libro tal vez permitirá atornillar en la memoria de los hinchas el hecho futbolístico más relevante que nos ha ocurrido. El paso del tiempo suele sepultar estas experiencias y es bueno que los jóvenes que no lo vivieron sepan lo que fue la épica del Verde de Quequén."
El objetivo inicial de Estación Quequén era humilde: superar la primera ronda del Torneo Regional, algo inédito para un representante de la Liga Necochea de Fútbol hasta ese momento. Sin embargo, la determinación y la pasión del grupo los llevaron mucho más lejos. "Aquella campaña instaló el nombre de Estación Quequén entre los amantes del fútbol. Hoy en día hay futboleros en todo el país que recuerdan lo que fue el desempeño del equipo en el Nacional B. Aunque sólo duró un año, dejó huella", añadió el autor.
A continuación, algunas de las historias y momentos clave de aquella gesta, rescatadas de las publicaciones de Infobae y Tiempo Argentino:
En uno de los partidos más emblemáticos de la campaña, Mateo Martínez Kressi relató la intensidad de un momento decisivo:
"Para mí es el partido más representativo porque hice el gol. No me olvido más. No podíamos salir del área, nos estaban pegando una peloteada terrible. (...) No podíamos cruzar la mitad de la cancha y faltando tres o cuatro minutos me dejan frente al arquero mano a mano con la posibilidad de tener 10 segundos para definir, y defino para el orto. Ahí pensé: chau, fuiste. Nunca más, no se me da. Y viene Miguel López y me dice al oído: 'Vas a tener otra, pendejo'. Pasaron 3 minutos y el Teto me deja otra vez mano a mano, porque ellos jugaban con la última línea prácticamente en la mitad de la cancha. Arranco y me voy solo. Y pienso: ¿qué hago, qué hago? Entonces hice una jugada distinta a la que había hecho anteriormente, convertí el gol y terminó el partido. A partir de ahí, en la segunda y la tercera fase, se nos iban dando las cosas. Era de locos."
Antes de un partido crucial contra Almagro, la logística del viaje se vio afectada por una inesperada ausencia. El expresidente del club, José Luis Ortiz, recordó la situación:
"Nosotros salíamos de Necochea y alzábamos en Balcarce a los hermanos Beguiristain. Cuando llegamos estaba José solo, el mediocampista, con el bolsito. Faltaba el Gallo (Carlos, marcador de punta izquierdo, titular). Vivían juntos con los padres. Abrimos la puerta del micro y le preguntamos: - ¿Y el Gallo? - No sé -respondió. Así que fuimos con 15 jugadores. El lunes el Gallo apareció a entrenar. Tenía que tener el perdón del tío Quito. Se habrán arreglado entre ellos. Nosotros no nos metíamos en eso, lo manejaba él."
Ante la falta de un defensor, Mario "El Negro" Márquez ofreció voluntariamente:
"A mí me gustaba jugar de cualquier cosa. (...) Entonces les digo al Conejo y al Mela: 'Ojo que este Bustos es rápido. Yo le voy a dar'. Me iba a jugar una amarilla o algo así."
Fabián "El Mela" Mainardi compartió una experiencia personal que marcó su fe y quizás un presagio:
"Yo estaba convencido de que se podía empatar ese partido. Esto lo sabe muy poca gente. Ahora soy muy creyente y me he vuelto cristiano. Tuve una visión mientras hacía la recuperación de la rodilla –en la primavera de 1987-, sin haber jugado ni siquiera un partido con Estación Quequén. (...) Me pongo a pensar que llegábamos a la final con Olimpo de Bahía Blanca y que yo iba a ser la figura marcando al Ruso Schmidt. Y que íbamos a ganar con un gol mío. Eso no fue así, pero hice el gol del empate. Faltaba casi un año para eso."
El 29 de mayo de 1988, Estación Quequén se enfrentó a Olimpo en el estadio Roberto Carminatti, con la siguiente formación: Javier Erasun; Guillermo Dindart, Carlos Pérez, Fabián Mainardi y Carlos Beguiristain; Mario Márquez, Sergio Mainardi y Hugo Molina; Pablo Dialeva, Paco Sánchez y Ricardo Guerrero.
El arquero Javier "Lungo" Erasun revivió la intimidante atmósfera:
"Me acuerdo de un par de cosas del partido que fueron impresionantes. Primero, cuando entramos a la cancha para precalentar yo estaba en el área chica y el Guille (Dindart) en el borde del área grande, y él no me escuchaba. Nunca había tenido una hinchada detrás que no me dejara escuchar a mis compañeros. Y no había empezado el partido. Para mí esas eran todas cosas nuevas. Nos tiraban bombas de estruendo. Estuvimos como 10 minutos para sacar los papelitos del área. Pensé que cuando arrancara el partido nos iban a meter contra un arco. Esto es una caldera y acá nos van a hacer 16 goles, dije."
A pesar del ambiente, Estación Quequén resistió. Erasun añadió:
"Pasaron los primeros 15 minutos, todo se calmó, se enfrió. Y acá viene la perla: acomodo la pelota en el vértice del área para que le pegue el Conejo, que venía caminando despacito, haciendo tiempo. Y escucho la voz de Quique que me dice: 'arquero, arquero…'. (...) Levanto la vista y lo veo en la posición del 3, solito. Se la doy y salimos jugando. Iría media hora de partido. Y yo dije: '¡A la mierda! Estamos jugando en Bahía, contra Olimpo, y yo estoy sacando del arco como en el entrenamiento y vamos 0-0. Estamos bien'."
Tras un gol de Olimpo al final del primer tiempo, el vestuario de Estación Quequén se transformó en un hervidero de motivación. El Lungo Erasun recordó:
"Entramos al vestuario, que estaba debajo de la tribuna, y no se escuchaba nada. La gente se había encendido otra vez, gritando. Nosotros estábamos locos. Me acuerdo que decíamos: '¡Estos son unos muertos, no le pueden ganar a nadie!' Nos dimos cuenta que no eran para tanto. Me acuerdo que el Mela lo agarraba al Teto de los pelos y le decía: '¡Teto, la concha de su hermana, pegales, meté que estos no juegan nada!' En el entretiempo nos dimos cuenta de que no podíamos perder nunca con estos pibes, que era un partido más."
El empate llegó a los 8 minutos del segundo tiempo, con un cabezazo de Fabián Mainardi, que el arquero de Olimpo no pudo contener. La jugada fue un punto de inflexión.
La euforia del ascenso llevó a los jugadores a cumplir una promesa singular. Pablo Dialeva detalló:
"Habíamos hecho una promesa: si ganábamos y ascendíamos, el mismo día del partido teníamos que ir a la virgen de Costa Bonita –playa de Quequén ubicada a 14 kilómetros de la cancha-. Salimos con el colectivo hasta allá. Hacía 10 grados bajo cero, un frío bárbaro. El colectivo nos dejó en Pinocho –paraje cercano- y de ahí arrancamos a correr hasta la gruta. Cada uno le dejó algo. Yo me parece que le dejé las medias. Después desde ahí nos fuimos a celebrar a la cancha de Estación."
Pese a la magnitud de la gesta, la mayoría de los jugadores no conservan la icónica camiseta verde de esa final. Paco Sánchez fue uno de ellos, tal como él mismo relató:
"Cuando sonó el silbato la gente no sé cómo hizo, pero invadió la cancha. No pudimos encontrarnos hasta que llegamos al vestuario", remarcó Paco Sánchez.
(...)
"El Negro Márquez dice que la número 8 se la regaló a un compañero del Poder Judicial. Y que tenía la 9 de Paco Sánchez, pero se la obsequió al Conejo Pérez porque al líbero las masas lo despojaron de todo."
Sánchez, sin embargo, aseguró que "le dio su camiseta a un masajista, que ahora ignora qué hizo con el regalo. Tampoco sabe qué pasó con los pantalones y las medias. Después lamentás no habérsela regalado a tu papá o algún familiar", reflexionó.
Claudio Oliver, el arquero suplente, es uno de los pocos que guarda la suya. La humildad del club se reflejaba incluso en la escasez de indumentaria, como señaló el "Cubano" Fernández:
"No me quedó nada. Es que no teníamos nada. Cuando jugué en Chicago sobraban las camisetas. Si en Chicago regalaba una camiseta me la cobraban 100 pesos, pero si en Estación Quequén nos llevábamos la camiseta, no teníamos otra para jugar. Por eso no hay ropa. Nadie tiene nada. Por ahí algún pantalón."
Para sumarle a la rica historia, casualmente, hoy, el propio autor del libro, Gustavo García, recordó en su cuenta de X (antes Twitter) un momento crucial en la semifinal que llevó a Estación Quequén a la final:
"Un día como hoy, pero hace 37 años... El Lungo Erasun se convertía en héroe. En la definición por penales frente a Almagro, primero detuvo el disparo de Perticarari y luego definió la serie con un remate cruzado. Estación Quequén avanzaba así a la final del Certamen del Interior."
La historia de Estación Quequén, rescatada con pasión por Gustavo García, es un testimonio de la garra y el espíritu amateur que, con nobleza y determinación, pueden escribir las páginas más gloriosas del fútbol.