

La fecha fue establecida oficialmente en 1938, durante el Primer Congreso Nacional de Periodistas celebrado en la provincia de Córdoba, donde se resolvió instituir el 7 de junio como jornada de celebración de la labor periodística.
“El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal”, escribió Moreno en una de las primeras editoriales de la Gazeta, dejando en claro el rol de la prensa como control social y herramienta de participación democrática.
La publicación semanal fue clave en un contexto en el que la comunicación política y el acceso a la información se consideraban esenciales para consolidar el proceso revolucionario. En sus páginas escribieron figuras como Manuel Belgrano y Juan José Castelli. A su vez, la creación de la Biblioteca Pública, anunciada por Moreno el 13 de septiembre de ese año, fue parte de esa misma apuesta por democratizar el conocimiento.
Aunque en cada aniversario del Día del Periodista abundan los saludos, reconocimientos institucionales y discursos que resaltan la “noble tarea de informar”, lo cierto es que miles de trabajadoras y trabajadores de prensa ejercen su labor en condiciones marcadas por la precarización, la polifuncionalidad, los bajos salarios y la inestabilidad laboral crónica.
“Mientras los capitalistas de los medios nunca dejan de enriquecerse, el gremio de trabajadoras y trabajadores de prensa es uno de los más castigados desde hace décadas”, se destaca en algunos posicionamientos gremiales. El contraste entre las palabras de afecto de los directivos o funcionarios cada 7 de junio y el destrato cotidiano, resulta para muchos comunicadores una postal repetida.
El oficio del periodismo también implica exponerse a distintos tipos de violencia. Rodolfo Walsh, emblema del periodismo comprometido en nuestro país, lo definía como una tarea “eminentemente violenta”, no por la agresión directa a quien informa, sino porque consiste en mirar de frente una realidad estructuralmente injusta, y contarla.
Desde quien cubre un piquete, hasta quien entrevista a una madre víctima de la violencia estatal, el o la periodista independiente transita una arena desigual, donde su palabra choca contra el blindaje mediático, los intereses empresariales y las estrategias de silencio del poder.
“La prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa jamás será otra cosa que mala”, decía Albert Camus. En un ecosistema donde los grandes medios responden muchas veces a los intereses de sus dueños o accionistas, ejercer el periodismo desde la honestidad, la rigurosidad y el compromiso con la verdad es también un acto de resistencia.
En este contexto, no todos los actores que firman como periodistas pueden ser considerados como tales. Existen también quienes, más allá de la forma, actúan como voceros del poder económico, distorsionando la información en beneficio propio o de sus patrones.
El 7 de junio es, sin dudas, una fecha de homenaje a figuras históricas como Mariano Moreno, pero también un día para visibilizar la lucha cotidiana de quienes, cámara, cuaderno o grabador en mano, recorren las calles de nuestro país con el objetivo de contar lo que pasa.
Desde NdeN, saludamos a todas y todos quienes ejercen el periodismo con vocación, compromiso y honestidad intelectual, muchas veces en condiciones adversas, y renovamos la convicción de que una prensa libre y popular sigue siendo fundamental para construir una sociedad más justa.