

La construcción de este puente comenzó en 1925, pero fue en julio de 1929 cuando se celebró su inauguración oficial, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen. A lo largo de los años, el puente no solo cumplió un rol esencial en la conectividad entre Necochea y Quequén, sino que también ha sido testigo de la evolución de la región, contribuyendo al desarrollo económico y turístico de la zona.
Su construcción estuvo a cargo de la compañía francesa Chantiers et Ateliers de la Gironde y la dirección del ingeniero Pascual Palazzo, quien supervisó el diseño y la instalación de una estructura de acero única para la época. El puente tiene una longitud de 270 metros, con un vano central de 150 metros suspendido por 32 cables de acero que se mantienen firmes gracias a dos pórticos metálicos de 25,7 metros de altura.
No es casual que el puente sea conocido como el “Golden Gate” argentino. Su estructura metálica, suspendida por cables, recuerda a la del famoso puente de San Francisco, aunque con su propio toque único y especial que le da carácter.
Además de su valor histórico, el Puente Colgante Hipólito Yrigoyen se ha convertido en una atracción turística de primer nivel. Los visitantes pueden disfrutar de vistas panorámicas del río Quequén Grande y los alrededores, convirtiéndolo en un destino perfecto para quienes buscan combinar historia, arquitectura y naturaleza.
En 1994, el puente fue declarado Patrimonio Provincial, y en 1999, Patrimonio Municipal. Sin embargo, el proceso para su reconocimiento nacional fue largo. En 2017, el puente finalmente fue declarado Monumento Histórico Nacional gracias a la lucha y persistencia de la comunidad local. Hoy en día, sigue siendo un referente de la ingeniería y un símbolo del orgullo necochense.
En 2006, el puente pasó por una restauración importante, asegurando su preservación para futuras generaciones. Esta renovación, bajo un plan de preservación de obras históricas, le permitió mantenerse como un ícono vigente en el contexto contemporáneo.
Ubicado en la intersección de la Avenida Benedicto Campos y el río Quequén Grande, el puente conecta las dos ciudades de Necochea y Quequén, facilitando el transporte vehicular, la circulación de productos del puerto, y ofreciendo una alternativa de conectividad fundamental para la región.
Este icónico puente no solo es parte de la historia local, sino también de la vida cotidiana de los habitantes de ambas localidades, quienes cada día lo cruzan como un recordatorio de la importancia de la infraestructura en el desarrollo regional.
El Puente Colgante Hipólito Yrigoyen está rodeado de varias atracciones turísticas en la ciudad. Los visitantes pueden disfrutar de una caminata por el puente, aprovechando para sacar fotos espectaculares del río y sus alrededores.
A pocos kilómetros, se encuentran lugares como el Paseo de la Ribera, el Balneario Costa Bonita y las cascadas del río Quequén Grande, que ofrecen actividades de senderismo, paseos en bicicleta y la posibilidad de disfrutar de la naturaleza en su máxima expresión.
El Puente Colgante Hipólito Yrigoyen es mucho más que una simple infraestructura; es un testimonio viviente del esfuerzo, la visión y el ingenio de generaciones pasadas. Su imponente estructura no solo conecta dos ciudades, sino que también ha unido a los necochenses en el orgullo de tener una obra de ingeniería única, reconocida tanto a nivel provincial como nacional.
Hoy, mientras se celebran 96 años de su inauguración, el puente sigue siendo una pieza clave en la historia de Necochea y Quequén, un legado que continuará siendo parte esencial de la identidad local durante muchos años más.