

Según un reciente informe del Centro de Estudios para la Recuperación Argentina (CentroRA) de la UBA, el 50% de los argentinos recurre a la tarjeta de crédito o a las billeteras virtuales para poder comprar alimentos y tener algo en la heladera. Este dato, que se consolidó en los últimos meses, es la prueba más contundente de la fragilidad económica que atraviesan los hogares. El uso del crédito para lo esencial, lejos de ser una opción, se ha transformado en la única vía para millones de familias que no llegan a fin de mes.
El escenario de la campaña electoral se polariza en torno a estas cifras. Por un lado, el oficialismo insiste en que la caída de la inflación es el preludio de una "recuperación en V", y que la inversión de grandes capitales está a la vuelta de la esquina. El discurso del Gobierno se enfoca en la macroeconomía, minimizando el impacto del ajuste en el día a día de las personas.
Por otro lado, la oposición se aferra a los indicadores de consumo para denunciar la insostenibilidad del modelo actual. Los datos del propio INDEC, que muestran una caída acumulada del 34% en las ventas de mayoristas desde el inicio de la gestión, son la principal munición contra el relato oficial. Los candidatos opositores señalan que lo que crece no es el consumo, sino la deuda, y que el endeudamiento para comer es el síntoma más grave de una economía que, en lugar de recuperarse, sigue en terapia intensiva.
Con un dólar que comienza a generar presión en las semanas previas a los comicios y una sociedad que se divide entre la esperanza de una recuperación prometida y la realidad de una heladera que se mantiene vacía, la batalla electoral se libra en los supermercados y en el bolsillo de cada argentino. Las urnas no solo definirán la composición de los senados, congresos y en Necochea del Concejo Deliberante y el Consejo Escolar, sino que también serán la medida más contundente de la percepción social sobre una política económica que ha polarizado al país.