

En el caso de la industria láctea, el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA) informó que, en julio de 2025, el consumo de lácteos cayó un 6% respecto al mismo mes del año anterior, con una baja del 2,4% en la venta de leche, un producto que tradicionalmente ha sido esencial en la dieta argentina. El reporte también resalta que, a pesar de un repunte estacional en los primeros meses de 2025, la recuperación sigue siendo insuficiente, con los volúmenes de ventas todavía por debajo de los niveles previos a la crisis de 2024.
“El menor consumo de productos de valor agregado obliga a sostener las ventas de commodities con más ofertas y promociones, resignando márgenes para colocar mayor volumen”, explicó el OCLA en su informe. Este escenario refleja un cambio de hábitos en los consumidores, que ahora prefieren segundas y terceras marcas. Según el informe, las leches saborizadas y chocolatadas, que habían caído un 44,2% en 2024, solo repuntaron un 24,3% este año, muy por debajo de los niveles de 2021 y 2022.
Lo más preocupante es que el consumo de productos premium sigue en picada. “El deterioro de los ingresos está afectando el valor del mix de ventas, haciendo que se facture menos en el mercado interno”, concluyó el informe, reflejando la caída en el poder adquisitivo de las familias.
En la industria textil, el panorama es igualmente sombrío. Guillermo Fasano, presidente de la Cámara Textil de Mar del Plata, advirtió que la actividad sufrió una caída del 30% en 2024, y la tendencia se profundizó en 2025. "Hoy nuestra actividad es expulsora de mano de obra", aseguró Fasano. "No hay nadie que tenga más empleados que antes. Estamos viendo suspensiones, despidos y, lo peor, no se reemplazan las vacantes por jubilación. Esto está afectando tanto a las fábricas como a las tiendas y comerciantes".
La apertura de importaciones, sumada a la facilidad con la que las grandes cadenas traen productos del exterior, ha colocado a las pequeñas y medianas empresas locales en una situación muy difícil. Fasano señaló que la reducción de impuestos a las importaciones de productos provenientes de China, especialmente textiles, afectó fuertemente a los productores nacionales. "El gobierno está buscando reducir precios, pero no tomando medidas que favorezcan la competitividad de las pymes locales. Nos están perjudicando", sostuvo.
El aumento de los costos de producción también es un factor clave. “Con el dólar no competitivo, los costos de producción se encarecen. Además, la ‘industria del juicio laboral’ y la burocracia complican aún más la situación”, explicó Fasano. Las fábricas locales, con altos costos de mano de obra y poca capacidad para competir con precios importados, están viendo cómo sus márgenes se achican y las ventas se desploman.
El sector panadero, uno de los más golpeados por la recesión, experimenta una caída alarmante en la demanda. Martín Pinto, presidente del Centro de Panaderos de la provincia de Buenos Aires, advirtió que en el último año y medio se han cerrado aproximadamente 14.000 panaderías en todo el país. "Solo seis de cada diez máquinas están encendidas, y la producción se ha reducido a la mitad", aseguró Pinto. "Producir en Argentina cada vez cuesta más. Yo soy panadero y solo uso la mitad de las máquinas, porque la gente ya no compra".
El consumo de pan, alimento considerado esencial en la dieta argentina, cayó un 50% en el último año, según datos del sector. La baja en la demanda también se reflejó en las tradicionales facturas, cuyo consumo se desplomó un 85%. Pinto relató: “Ya ni siquiera se vende la docena del día anterior al 50% de descuento. Hoy las panaderías producen por pedido, con dos o tres productos básicos, y las heladeras están apagadas porque lo que no se vende se tira”.
El aumento de los costos de producción, sumado a la inflación y la caída del poder adquisitivo, ha hecho que las panaderías se vean obligadas a operar con productos limitados y a trabajar con márgenes extremadamente bajos. Las grandes cadenas y supermercados, que operan con precios más bajos gracias a sus economías de escala, han provocado una competencia desigual con los pequeños comercios de barrio.
La caída del consumo y el impacto en el empleo son las constantes en estos tres sectores. Las políticas de apertura económica, la falta de competitividad de las pequeñas y medianas empresas frente a la competencia extranjera y la inflación galopante están golpeando con fuerza a la industria nacional.
La apertura de importaciones y la creciente informalidad en el comercio afectan no solo las ventas, sino también el empleo. Según Fasano, "el gobierno no está tomando medidas que favorezcan la competitividad de las pymes locales". Este mismo diagnóstico es válido para el sector lácteo y panadero, que también ven cómo la caída del consumo y el aumento de los costos de producción dificultan su recuperación.
Mientras tanto, el desempleo sigue en aumento, especialmente en sectores como la industria textil, que ha tenido que recurrir a suspensiones y despidos para adaptarse a la caída de la actividad. En las panaderías, la situación es igualmente compleja, con cierres masivos y un panorama incierto para los trabajadores del sector.
La falta de medidas para reactivar la producción nacional y la apertura a la importación de productos más baratos desde el exterior se han convertido en los principales factores de esta caída, que amenaza con agravar aún más la situación económica y social del país.