
Aquel triple femicidio —el “vuelo de las mariposas”, como las nombró la historia— se convirtió en símbolo continental. En 1981, el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe definió el 25N como día de lucha contra la violencia machista. En 1999, la ONU lo adoptó como fecha internacional.
Hoy, más de seis décadas después, el mensaje de las Mirabal sigue vigente en un contexto donde la violencia patriarcal se expande, se recrudece y toma nuevas formas.
Entre el 1° de enero y el 20 de noviembre de 2025, el Observatorio “Mujeres, Disidencias y Derechos” del colectivo Mumalá registró:
229 femicidios (1 cada 34 horas).
901 intentos, es decir, 4 por cada hecho consumado.
157 niñas, niños y adolescentes que quedaron sin su madre.
36 muertes violentas aún en investigación.
10 asesinatos considerados “muertes violentas asociadas al género”.
Los datos exponen tendencias que ya no pueden ignorarse:
El 52% de los crímenes fue cometido por parejas o exparejas.
El 65% ocurrió en la vivienda de la víctima o en el hogar compartido.
El 26% se perpetró con armas de fuego, en un contexto de flexibilización estatal del control.
El 8% de los femicidas pertenecía a fuerzas de seguridad.
Las víctimas tenían, en promedio, 40 años. Entre ellas hubo 22 niñas y adolescentes y 36 adultas mayores.
Uno de los datos más preocupantes del informe es el aumento de los femicidios vinculados al narcotráfico, que representan ya el 8% del total.
En estos casos:
El 50% fue ejecutado por bandas criminales o sicarios.
El 27% implicó mecanismos de descarte del cuerpo.
En tres hechos, los femicidios fueron grabados y difundidos en redes sociales como forma de disciplinamiento.
También creció la crueldad: los crímenes cometidos a golpes alcanzan su porcentaje más alto de los últimos años (19%).
Y se detectó un fuerte incremento de los intentos de ocultamiento de cuerpos, que pasaron del 12% al 17%.

Desde Mumalá advierten que por primera vez en 40 años Argentina atraviesa esta fecha sin dispositivos nacionales de aplicación de la Ley 26.485, la ley que desde 2009 establece la protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres.
El gobierno argentino fue, además, el único en el mundo que votó en contra de la resolución de la ONU destinada a impulsar acciones globales frente a las violencias hacia mujeres y niñas.
Mientras tanto, herramientas esenciales están desmanteladas o debilitadas:
Línea 144 con recortes de estructura y personal.
Direcciones de género sin presupuesto o directamente cerradas.
Eliminación de la Agencia de Control de Armas y flexibilización para su tenencia.
Suspensión del Plan Nacional de Entrega Voluntaria de Armas.
Habilitación de un sistema de “tenencia express”.
El retroceso estatal impacta en la cifra más elocuente: solo el 15% de las mujeres asesinadas había denunciado previamente. Y aun así, la mitad no contaba con medidas de protección efectivas.
La violencia no comienza en el femicidio. Empieza mucho antes: en el maltrato psicológico, el control, la descalificación, la manipulación, la ruptura del círculo afectivo. En las llamadas “red flags” que siguen siendo naturalizadas en vínculos desiguales.
Los femicidios son la punta del iceberg. Debajo están la violencia económica, simbólica, sexual, institucional, mediática y digital.
Y en la base, un entramado cultural que aún habilita la dominación masculina y la deshumanización de las mujeres y disidencias.
Minerva Mirabal lo dijo antes de que la dictadura la torturara y la asesinara:
“Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”.
Ese eco sigue vivo.
Lo que Trujillo quiso borrar se convirtió en bandera global.
Lo que buscó silenciar, hoy grita en las calles.
Este 25N vuelve a recordarlo: allí donde haya una mujer violentada, una niña vulnerada, un crimen que el Estado no previene, no investiga o no juzga, el vuelo de las mariposas vuelve a alzarse para exigir justicia, memoria y políticas que cuiden la vida.