El hecho ocurrió el sábado alrededor de las 13.30, cuando Leandro, nadador local que se prepara para competencias de aguas abiertas durante la temporada de verano, realizaba una práctica junto a otros deportistas. El recorrido se desarrollaba entre el puente Taraborelli y la zona del Club Rowing, en una jornada marcada por viento de frente y oleaje, lo que reducía la visibilidad y dificultaba el avance en el agua.
Mientras nadaba por el cauce del río, el deportista advirtió movimientos extraños en la superficie. Instantes después, sintió un impacto violento en la espalda. Según relató, al principio pensó que podía tratarse de una ola o de algún elemento arrastrado por el agua, pero el dolor confirmó que había sido golpeado por un objeto arrojado desde la ribera.
Debido al fuerte dolor, debió detenerse momentáneamente en el agua. Al mirar hacia la costa, observó a varias personas pescando, entre ellas jóvenes y al menos un adulto. Al consultarles si sabían algo de lo ocurrido, nadie se hizo cargo de la agresión. A pesar del malestar físico, logró completar el recorrido y salir del agua en el Club Rowing. Cuando regresó al lugar del hecho para intentar identificar a los responsables, ya no había nadie.

Leandro aseguró que no se trata de un hecho aislado y que tanto nadadores como kayakistas han sufrido situaciones similares en otras oportunidades, incluyendo el lanzamiento de plomadas y piedras durante los entrenamientos.
Advirtió que este tipo de agresiones implican un riesgo extremo, ya que un golpe en la cabeza podría provocar la pérdida de conocimiento y derivar en un ahogamiento. En ese sentido, remarcó que los entrenamientos se realizan de forma organizada y sin interferir con otras actividades.
El deportista aclaró que no está en contra de la pesca ni de quienes la practican de manera responsable, pero cuestionó la falta de regulación y controles en el Paseo de la Ribera. También expresó preocupación por el deterioro del espacio público y por conductas que afectan la convivencia, como el abandono de residuos y la manipulación de pescado en sectores de uso común.

Tras el ataque, el nadador intentó realizar una denuncia y se comunicó con el 147, pero aseguró que no obtuvo respuestas ni intervención por parte de las áreas correspondientes. La falta de soluciones oficiales generó malestar e impotencia entre los deportistas que utilizan el río para entrenar.
El caso volvió a poner en agenda la necesidad de regulación, señalización y presencia de controles en el Río Quequén, para garantizar una convivencia segura entre pescadores, nadadores, kayakistas y vecinos.
“El río es de todos. Todos tenemos derecho a disfrutarlo, pero con respeto y reglas claras”, expresó el deportista, quien pidió que el hecho se visibilice para evitar consecuencias más graves.