martes 08 de julio de 2025 - Edición Nº3201

Sociedad | 14 oct 2020

La noche en que Emi Juliano recorrió los valles de Trento, Italia

La atleta necochense realizó una nueva maratón solidaria para una ONG de la comunidad donde vive y compartió con NdeN una crónica donde relata las vicisitudes de los 100 km que logró "desbloquear".


Emilia Juliano realizó durante la madrugada del lunes una nueva hazaña: la segunda en Italia y una más en su carrera deportiva y solidaria como necochense. Tal como venimos contando desde este portal, la atleta local viajó a Italia justo antes de la pandemia y debió quedarse instalada en dicho bello país. Allí, durante estos meses, se relacionó con una ONG solidaria denominada "Robin Hood". 

Por eso, cuando en Italia de a poco comenzó a poder salir a correr, organizó una nueva aventura solidaria: recorrer el camino de “San Vili” corriendo en el día los 100 kilómetros que lo componen, donde por cada kilómetro que recorre podía ser “apadrinado” con una donación (desde cualquier lugar del mundo) en ayuda de la asociación Robin Hood. 

Finalmente así lo hizo y compartió para NdeN la crónica donde describe y relata cada lugar recorrido y lo duro del desafío, el cual finalmente puedo llegar a la meta y, además, recaudar 1140 euros para Robin hood: alrededor de 100 mil pesos argentinos. 

 

"Camino de San Vili, los 100 kilómetros más lindos de Italia"

por Emilia Juliano

Eran las 00.00hs del lunes y caía agua nieve en Madonna di Campiglio, el punto de partida. Comienza la aventura a oscuras entre calles de tierra y senderos, arroyos, pequeñas cascadas que musicalizaban el momento, junto con las campanas de las vacas que sonaban como saludando al escucharme pasar. Una madrugada fría pero perfecta, el ritmo era el esperado, trato de no olvidar comer un gel cada media hora e irme hidratando. Hago un par de paradas para encontrarme con Gianluca, hacer transmisiones para contar como viene todo, y sigo. 

En el bosque de Bocenago, no tuve peor idea que correr la luz del sendero para mirar a un lado entre los árboles, y unos ojos verdes fosforescentes me miraban a unos 10 metros a la altura de los míos. Acelero el paso y sigo, miro hacía atrás y la luz solo me mostraba los ojos que me seguían. La misma secuencia tres veces hasta que tomé una curva, y así pasó el momento extremo de la noche. En Caderzone me encuentro de nuevo con los chicos de las cámaras, me estaban esperando muertos de frío, hacemos unas tomas nocturnas y sigo rumbo a Tione di Trento, donde me iban a esperar del Consorcio con el ansiado café caliente. 

El clima iba mejorando, comienzo a ver de a poco estrellas, y al salir del bosque de Verdesina y llegar a la parte alta de Tione, veo la luna iluminando las montañas, fue un momento hermoso. En la oficina de turismo tomé unas tres tazas de café, bromeamos un poco con el equipo y seguí rumbo a Ragoli donde me iba a encontrar con amigos. El camino pasa justo por su casa, eran las 4.30 de la madrugada, venía muy bien con el tiempo, y tomando otro café dentro de la casa, Alejandra me dice que me va a acompañar en el primer ascenso duro hasta Iron, donde tenía el desayuno. Felicidad. Fuimos unos 40 minutos trekineando, charlando de la vida, cantando y riéndonos de boludeces. Llegamos y me senté unos minutos, comí medio obligada un poco, hicimos unas fotos con los ragazzi de las cámaras, me despido de mis amigos y emprendo viaje hasta el próximo punto de encuentro, la cascada Río Bianco.

Pese a llevar más de 40 kilómetros las piernas estaban fuertes, iba a buen ritmo por una ruta principal sin autos en total oscuridad. Me gustaba la idea de correr con esa tranquilidad. Llego a la cascada y me encuentro con Gianluca, intento comer una barrita sólida, el frío del sudor al frenar de siente asique continúo. Comienza otro ascenso, paso por otro bosque, y el sol empieza a salir. Andogno el siguiente punto de encuentro, ya era de día, todo venía de maravillas. El próximo punto de encuentro era el Lago Toblino, luego de hacer otro ascenso por la montaña. Pero pasaron cosas...

Mi teléfono se apagó. Tenía batería suficiente, no había explicación ni manera de hacerlo encender, tenía conmigo un cargador portátil pero nada. Antes todo el trazado lo iba siguiendo por una aplicación que te muestra milimétricamente dónde estás y por dónde debes seguir. Seguí subiendo por senderos guiandome por las señales pintadas, hasta llegar a una calle asfaltada, donde pasa un hombre en moto, lo freno y le pido por favor enviar un mensaje por facebook para avisar que estoy bien, que solo se murió mi teléfono. Pero el mensaje no fue visto porque llegó a "mensajes ocultos". Yo no sabía si lo habían recibido ni tampoco sabía muy bien por dónde iba, porque no era una zona que conozco, solo lo probé una vez hace más de un mes atrás. En fin, seguía corriendo siguiendo las señales rojas y blancas. El sendero se iba poniendo cada ves más difícil y alto, seguía subiendo y subiendo, el tiempo pasaba pero nunca bajaba... Me cayó la ficha de lo que no quería saber: estaba perdida justo en la única zona que no conozco y la más difícil, sin comunicación.

Comienzo a descender, y veo un helicóptero rojo pasar entre los árboles. Por suerte después me enteré que no me buscaban a mi, pero de repente todo el plan se derrumbaba. Sabía que tarde o temprano iba a llegar al lago de alguna manera, pero el tiempo pasaba y seguro me estaban buscando en otro lugar. Sigo bajando por un sendero hasta que me encuentro en una calle de tierra con un hombre trabajando con una máquina. Me dice que está cortada, no tiene continuación... tengo que volver a subir y tomar un sendero "súper fácil" de "media hora de demora" que me dejaba en Sarche, al lado del lago. Buscamos en su celular el número del consorcio del Giudicarie para avisar que estoy bien y camino al lago. 

No era ni fácil ni media hora, fue un descenso súper extremo con escaladas incluidas agarrada de cables en las piedras, resbalandome entre las piedras y las ramas hasta que salgo del bosque y por fin veo la ciudad y el lago!!! Pero, después de más de 70 kilómetros encima, se presentaba justo enfrente bloqueando el paso un MURO GIGANTE, de unos 100 metros de largo y tendría tres pisos de altura. Realmente no entendía su función más que darme ganas de llorar. Pero no lo hice, trate de pasar por el lado derecho, escalando la montaña pero era muy alto para bajar, y ví que arriba del muro había un sendero. Quizás había una escalera del otro lado o se podía bajar por la parte izquierda. Caminé arriba del muro en un ancho de dos pies entre plantas con muchas espinas, el viento soplaba como nunca asique no podía errar el paso, tenía que caminar con cuidado. Llego al final y tampoco había manera de pasar. No podía creerlo, tenía el lago a un kilómetro y estaba media hora viendo cómo salir de ese muro. No tuve otra opción que volver a subir la montaña del lado izquierdo y tomar otro sendero que me dejó en alguna fábrica, dónde un hombre me abrió la reja y fui libre!!! Estaba a 5 minutos del lago!

Llego a Toblino y mientras comía otra barrita nos actualizamos con Gianluca de todo lo ocurrido sin poder creerlo. Entonces me pregunta: querés seguir? No voy a seguiiiiiiir! Mi celular revivió (no por mucho tiempo, por suerte ahí anotamos el teléfono celular en un papel por las dudas...), agarro los bastones y comienzo la última y peor subida de 900 metros acumulados. El viento soplaba muy fuerte en contra, pero ya nada me iba a parar. Seguía pasando entre bosques y pueblitos, con mucho cansancio pero sin ningún calambre ni dolor. 

Sigo subiendo y subiendo, en comunicación con el equipo para saber a qué hora llego, y en Sopramonte el celular de nuevo se apaga, sin poder hacerlo funcionar en ningún momento. Pierdo de nuevo el camino, me doy cuenta porque empiezo a ascender en un momento que debía bajar... Fuck!!! Decidí seguir y retomar el camino más adelante. Ya faltaba muy poco, iba trotando casi estilo Walking Dead pero ya estaba en Vela, a media hora! Pasa un hombre en moto y lo freno, busco en el chaleco el papelito con el celular escrito, y medio desconfiado, después de explicarle todo, acepta darme una llamada. Sigo súper emocionada de saber que lo iba a lograr, desde la madrugada corriendo sin parar, siendo las tres de la tarde y después de momentos muy difíciles, me sobrepuse y lo logré!

Me encuentro con Gianluca y un hombre en bicicleta en el puente de Trento, a unos 500 metros del Duomo. El hombre me dice que leyó en el diario el día anterior la noticia y que quería venir a alentarme al final, que el también era ultramaratonista. Vamos los tres juntos riéndo y muertos de felicidad por el desafío vencido. Llego y me codeo con todos los que me estaban esperando (no se podía abrazar ni besar a nadie, maldito covid!). Lo había logrado, más de 15 horas de disfrutar la montaña, una aventura que nunca voy a olvidar. Lo único imposible es aquello que no intentas. ?

Finalmente, luego de esta crónica, Emilia publicó otra reflexión: 

Sí, arriésgate. Esa es siempre la respuesta. Porque si quieres que empiecen a sucederte cosas maravillosas, antes hay que empezar a correr riesgos. Siente como late tu corazón a cada paso. Eres lo que eres por tus decisiones, por tu capacidad innata de afrontar las adversidades, por tener el valor de equivocarte, por caerte y volverte a levantar, pero sobre todo, por tener ganas. Ese es el principal secreto...Tener ganas de asomarse al precipicio y saltar! Tener ganas de vivir!
 

 

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