

Necochea se fundó en el año 1881 después de articulaciones, reuniones y pedidos por parte de un grupo de activistas como Ángel Murga, Victorio De la Canal, Dardo Rocha, Aristóbulo Del Valle, la expropiación de tierras de Eustaquio Villa Diaz Velez y el naufragio del velero «El Filántropo» a la altura de Médano Blanco.
Con la ciudad recién fundada y un distrito que crecía alrededor del mar, el río y tierras fértiles, enseguida comenzaron a establecerse los primeros proyectos turísticos y hoteleros. Fue el vasco Juan Azúa el pionero del rubro en el balneario. Sin embargo, de manera paralela llegaban desde Maipú y
previamente desde el puerto de Génova el matrimonio de Juan Andrea Mariño y Genoveva Piloni, quienes iban a dejar una marca imborrable en Necochea.
En 1887 a 6 años de la fundación, la pareja ya manejaba el Hotel de la Amistad, situado donde comenzaba la ciudad a ramificarse: en 59 y 64, que previamente había abierto sus puertas como la Fonda de Chaparro. Dos años después lograron comprar otro negocio ya en la zona de la playa: La Perla, una pequeña casilla en la playa de 2 y 79 que le compraron al «loco de la playa», el mencionado Azúa. Pero ante la cantidad de turismo terrateniente que comenzaba a llegar, Juan Mariño decidió ampliarse, comprando unos lotes más y armando el proyecto de su vida: el Hotel Marino.
Primeramente había sido construido con casillas de madera en 1887 y llamado La Perla General Díaz Vélez, pero para 1910 fue trasladado a su actual edificio "neoclásico francés" en 79 y 4. Durante casi veinte años mantuvo sólo la planta baja, hasta que en 1930 fue construido el primer piso, adquiriendo ese color y construcción particular de arquitectura normanda, revocado de piedra, luces y mobiliario de lujo para la visita de aquel turismo de elite. Como reflejo de las modas, en 1950 se amplíó sobre la avenida 79 con otras características más «modernas», el uso de «piedra Mar del Plata» y luces de neón.
El lugar, a una cuadra del mar, contaba con 100 habitaciones, tenía balneario propio, hall, terraza, un comedor para 300 personas al que solo podían acceder los huéspedes y los trabajadores, salón de baile, orquesta, juegos para niños y cancha de golf, entre otras cosas.
Desde su primer etapa ya era administrado por el hijo de aquellos pioneros, y su compañera: Juan José Marino y Celia Lahitte, quienes estuvieron casi 40 años al frente del negocio fundado por Juan Andrea y Genoveva. Pero tras el fallecimiento de Juan José, tomó las riendas su hijo (nieto de los fundadores): Julio Cesar Mariño, administrador del Hotel en su esplendor, desde 1944 hasta 1994.
Recuerdos de bisnieta
Celia Marino vive en el Partido de San Isidro y es parte de la cuarta generación de los fundadores del Hotel Marino. Es la hija «del medio» de Julio César y trabajó durante muchas temporadas en el lugar.
A través de algunas llamadas con NdeN historizó la importancia del enorme «elefante blanco» de avenida 79 y 4 que, a pesar de la compra de Gerónimo «Momo» Venegas durante sus últimos años de vida, está paralizado totalmente y en evidente deterioro.
Lo primero que resaltó esta mujer es que: «fue un hotel maravilloso, se cocinaba todo a leña, se hacía todo casero y la gente que se ha hospedado es inolvidable... se iban a buscar los pasajeros en volanta (el carruaje más usado por los terratenientes) a la estación de tren de Quequén y se quedaban tres meses vacacionando hasta el mes de abril... traían ropa de verano y ropa invierno», rememora Celia sobre las primeras etapas del negocio, y lo que le contaba su padre y abuelo.
Además, el hotel funcionaba con un balneario propio: «Fue el primero que tenía capota, parecido a una carpa con estilo «bombé» por el viento», agrega Celia Marino. «En aquella primera época mi bisabuela manejaba la cocina, hacía todo... y yo soy la única de todos mis primos y tíos que estudié gastronomía», resalta orgullosa.
«Fue un hotel que tuvo todo, lavandería, sala de planchado, teníamos 50 personas de personal entre mozos y mucamas», sigue describiendo en esta entrevista que intenta contar detalles que queden para la posteridad. «Se empezaba a limpiar fines de noviembre para abrir la temporada para el 31 de diciembre», prosigue y agrega que «la cena del 31 de diciembre era principesca, desde el menú y todo lo que se servía».
Respecto al auge que vivía la ciudad y el propio hotel, Celia recordó que ya durante la etapa de administración de su papá, eran 7 familias que se mantenían con su trabajo en el Hotel.
Jubilación y problemas familiares
Sin embargo y como una posibilidad que sucede en muchos casos, cuando en 1994 Julio Cesar decidió empezar a descansar, tras cumplir 50 años al frente del proyecto, todo empezó a complicarse: «Podría haber continuado, pero lamentablemente nunca nos pusimos de acuerdo», introdujo Celia. Una hermana de Julio se había suicidado un año antes: Maria Pura Marino.
«Mi familia -expresa la entrevistada respecto a su papá, mamá y sus dos hermanos- fuimos los que vivimos adentro del hotel, la demás familia vivía en Mar del Plata y venían a veranear», separó la paja del trigo y agregó que Julio Cesar falleció finalmente en 1997. «Estaba cansado, acompañaba en el Hotel a su padre Juan José desde los 9 años», explicó.
Allí fue que un primo marplatense que estaba viviendo en Sudáfrica, Esteban Azorin, desembarcó en el Hotel en 1994. Instaló una cafetería con salida a calle 4 donde estaba el comedor de niños y gestionó el edificio durante cuatro años. Grupos de música, conciertos, una parrilla dentro... «no le rendía como hotel». Fue en aquel momento cuando el Hotel Marino fue declarado Patrimonio Histórico Municipal, casi como un sello que marcaba su derrotero.
Foto: Osmar Ciotti
Sobre la alfombra, un hotel deslumbrante y una ciudad en esplendor turístico
«Toto» Lorenzo agarró la dirección técnica de Boca en 1976 y contrató a figuras de la época: Gatti, Mastrángelo, Pancho Sa, Veglio, Ribolzi, Suñé, el Chino Benitez. Ganaron el campeonato Metropolitano, el Nacional, la recordada Libertadores y la Intercontinental de 1977.
El grupo «Los 5 latinos», fundado en 1957 y encabezado por Estela Raval marcaron una época de oro en la música «de moda». El cantante Juan Ramón también tuvo sus décadas de fama latina.
Todos ellos se hospedaron en el Hotel Marino en el momento de su apogeo: « El momento de auge del Hotel fue del 55 hasta el 77, en conjunto con un momento clave en Necochea», señala Celia Marino, y recuerda así la estadía del plantel de Boca, de Rosario Central y los artistas mencionados. «La vajilla era todo de plata «lappas», el comedor todo de pinotea, con jardines, y de las 100 habitaciones todas tenían baño privado menos 2... eran como departamentos», resume Celia.
Respecto a las recordadas fiestas en el lugar agregó que había dos pianos alemanes «para comer con música de fondo», o sino el encargado reproducía música de películas: «por ejemplo, de «El graduado», recuerda Celia respecto al film de 1967, con Dustin Hoffman, con música compuesta por el dúo Simon y Garfunkel, entre ellas el éxito «Mrs Robinson».
En aquel momento Celia trabajaba en el lugar con su familia... «tenía un cuadrito donde estaba la cabina telefónica, era baby sister y cuidaba a los hijos de los pasajeros cuando iban al casino, en la década del 80, me ganaba mi plata ahí». «Cuando terminaba la temporada, hasta la última cucharita se envolvía, se cuidaban las manijas y las vajillas... mi papá fue un administrador de lujo», expresó con orgullo.
Compra fallida y un futuro incierto
Cuando en la familia amplia no había acuerdo con cómo seguir con tremendo edificio, hubo un acuerdo de ponerlo a la venta. «Nosotros dijimos basta... el hotel no podía seguir así», indicó respecto a las críticas al primo que lo gestionó unos 7 años, además de la gestión que estuvo a cargo de Juan Aprea cuando se intentaba vender.
Recordó también que en 2004, con algunos huéspedes durmiendo, el Municipio ingresó y lo clausuró por un problema con los impuestos y por tener a los trabajadores en situación irregular: «una parte se debía y la otra parte no se pagaba por ser monumento histórico», expresó respecto al momento de decadencia. «Mi papá no debía un centavo, ni al verdulero, ni al que traía el pescado», comparó.
«Yo ni sabía quién era El Momo", comenzó explicando Celia respecto a la oferta realizada en 2011 por el fundador y secretario general del gremio UATRE.
Respecto al intento del fallecido sindicalista local, Celia explicó que la tarea era complicada: «el hotel tenía tapones de lana, había que cambiarle toda la parte eléctrica y había que cambiar desagües... parece la Amia», comparó respecto a una situación caótica dentro del Hotel. «El Momo hizo levantar todos los cielorrasos de los postillos y todos los pisos... pero murió y quedó abandonado», comenzó a cerrar la historia y agregó que quien condujo posteriormente UATRE, Ramón Ayala, fallecido en Octubre por Coronavirus, «no quería invertir en Necochea».
«La idea del momo era un hotel boutique y conservar la parte de adelante, y en el chalet que era de mi abuela allí, armar la parte administrativa de Uatre», recordó y agregó que Venegas quería poner 2 millones de dólares para la reconstrucción: «Esa esquina hoy vale 4 millones y medio de dólares», se animó a tasar Celia. «Se vendió muy barato, pero porque hay que invertir bastante... se pueden dejar algunas cosas, algunas aberturas. pero me han comentado que se han robado persianas y cosas de afuera y que está muy abandonado... Yo lo único que espero es que no haya un accidente, que no se caiga la mampostería del frente», suplicó.
Así expresó a NdeN Celia respecto a un futuro incierto respecto al enorme edificio de calle 79 y 4 y, como una historia repetida en la ciudad, la posibilidad de que se siga estropeando, de que la sal marina siga erosionando una construcción que acompañó el auge turístico en nuestra ciudad. A sus 65 años, Celia vive en la localidad de Maquinista Salvio, entre otros estudios explica que aun baila árabe y hace gimnasia. Rememora que pasó toda una vida dentro del Hotel, pero que desde el 2012, que se escrituró, no volvió más a Necochea. Aún conserva algunas sillas del hotel que tienen 100 años y son austríacas «traídas por mi bisabuelo en barco».
"En 1981, a papá le entregaron la placa de la Asociación de Hoteles como administrador del Hotel Marino por 50 años. Fue la única vez que papá entró en el comedor. A mi papá nunca lo veías en el comedor, ssiempre andaba vestido muy sencillo pero con todos los detalles habidos y por haber que tenía que recibir el pasajero desde el día que llegaba, hasta que se iba. Mi papá, cuando estuvo Boca le dio plata al Loco Gatti para que se vaya en avión a ver a su hijo recien nacido..."
Celia Marino en la actualidad