viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº2763

Política | 20 dic 2021

Argentinazo

"El pecho en la ruta": el libro de un necochense que historiza el movimiento piquetero

Se publicó en los últimos días como parte de las diferentes conmemoraciones a lo que fue el proceso del 2001 en nuestro país. Su autor es el periodista y militante popular Nicolás Salas. En esta nota el prólogo del libro, realizado por la trabajadora social Jorgelina Matusevicius.


La semana pasada se presentó en Ciudad de Buenos Aires y en la ciudad de La Plata el libro "El Pecho en la ruta - Orígenes y desarrollo de las organizaciones piqueteras, camino a la rebelión popular (1996-2001)". Su autor es el periodista necochense, parte de este portal y militante popular Nicolás Salas. 

En diálogo con este portal, Nicolás explicó: "Soy de una camada de activistas e integrantes de las organizaciones piqueteras que cuando estás surgen tenía 11 años. En algún punto buscó recuperar la historia para ponerla en discusión con las camadas viejas y las que surgieron en estos más de 20 años de existencia de los movimientos sociales".

Agregó que el libro busca "ser un pequeño aporte a la discusión del sector, partiendo de los orígenes y el desarrollo de las organizaciones de cara a la rebelión del 2001 pero teniendo en cuenta que muchos de los debates de ese momento siguen abiertos y siguen siendo motivo de polémicas. En un país con la mitad de la población en la pobreza y la desocupación creciendo día a día, me parece importante discutir qué perspectiva histórica debe tener el movimiento piquetero en las luchas que se abren. Es necesario que se pueda discutir desde una óptica distinta a la que intentan imponer el Estado y los grandes medios de comunicación".

Para conmemorar estos 20 años del "Argentinazo" desde NdeN compartimos el prólogo de este libro, escrito por la trabajadora social Jorgelina Matusevicius

 

El pecho en la ruta Orígenes y desarrollo de las organizaciones piqueteras, camino a la rebelión popular (1996-2001)

Prólogo. por Jorgelina Matusevicius

Reconstruir la historia del movimiento piquetero argentino constituye un esfuerzo valioso en varios sentidos. Para quienes comenzamos nuestra militancia hacia mediados de los 90, las experiencias de los movimientos de trabajadorxs desocupadxs constituyen una huella indeleble en nuestra subjetividad militante. Las primeras reuniones y encuentros, los iniciales esfuerzos para generar procesos colectivos en los territorios, las imágenes que llegaban de Cutral-Co, Mosconi, Jujuy, los primeros cortes en el conurbano, todas estas luchas fueron nutriendo el debate político de las organizaciones que surgían por aquel entonces. La pérdida de trabajo, el aislamiento y la fragmentación no eran un destino inmodificable. 

Por lo tanto, esta reconstrucción es la búsqueda por reconocernos en esa historia de batallas en tiempos de una aparente tierra arrasada. Luchas que buscaban romper el disciplinamiento que imponían el hambre, la desocupación y el pretendido fin de la historia anunciado por del capitalismo neoliberal. Por otro lado, es una historia reconstruida desde las preguntas políticas de quienes intervienen hoy en el movimiento, con la nueva fisonomía que fue adquiriendo luego de más de 20 años de lucha. Los años posteriores al estallido de 2001 estuvieron signados por una intervención estatal en el movimiento, con la pretensión de desactivar su componente disruptivo, contrahegemónico. Con la búsqueda de recomponer la legitimidad del sistema político, se trazaron distin- 16 tas estrategias de diálogo e integración de algunas demandas planteadas, mientras la persistente matriz de la pobreza y la extensión y generalización del trabajo precario se tradujeron en la masificación de las organizaciones del sector. La distancia entre las características que adopta el movimiento piquetero en sus orígenes y el posterior devenir actual, se puede reconocer en su recorrido histórico a la luz de los debates que fueron resolviendo las organizaciones. 

Algunas discusiones respecto a la relación con el Estado, la construcción de autonomía o independencia política, sobre las apuestas unitarias y en base a qué acuerdos construirlas, persisten hasta hoy. Del mismo modo será una constante la pregunta por el carácter de las organizaciones piqueteras, su componente gremial o reivindicativo y su entrelazamiento con la lucha política. 

Si en los orígenes era impensada su constitución como una estructura sindical, hoy esa forma parece predominar en muchas de las organizaciones y particularmente en aquellas que se han constituido como tal y pretenden representar a les trabajadores de la economía popular como un sector diferenciado. 

Como encontraremos en esta reconstrucción, las organizaciones de desocupadxs surgen a partir del impulso de núcleos militantes que enfrentan en los territorios los impactos materiales y subjetivos de la desocupación masiva que se dispara a partir de 1995. Esas primeras irrupciones marcarán un rasgo identitario vinculado al ejercicio de una acción desobediente, ejercicio también de un poder de hecho, de una metodología de protesta que encuentra raíces en la historia del movimiento obrero de nuestro país. “Corte de ruta y asamblea” para poder reconstruir un antagonismo lejos del espacio de trabajo, pero que se coloca de todos modos en la dinámica de reproducción ampliada del capital, que afecta su circulación y las condiciones de gobernabilidad necesarias para el funcionamiento del mercado. 

Si en esos tiempos hubiera existido la pregunta acerca de la posibilidad de construir un movimiento estable, organizado, con estructura y recursos propios, con la posibilidad de ser sujeto de negociación de paritarias “sociales”; tal vez la respuesta hubiera sido que era imposible. Sobre todo, por la fragmentación social y la dispersión del sujeto desocupadx, por el carácter transitorio de la situación de desocupación, por la dificultad de que el gobierno lo reconozca como interlocutor. Sin embargo, la pregunta por la posibilidad o viabilidad de construir ese movimiento no estuvo, la propia dinámica de lucha fue resolviendo su carácter, su razón histórica, su posibilidad. Por lo tanto, la reconstrucción de esta historia es útil también para comprender cómo se configura ese carácter particular, esa “originalidad” del movimiento piquetero argentino, esa conjugación entre la irrupción espontánea y sus elementos de acción política consciente, esa mixtura entre sujeto nuevo y, al mismo tiempo, síntesis de experiencias de luchas pasadas de la clase trabajadora ocupada. El recorrido por esta historia también va a dar cuenta de su carácter diverso y polifónico. Es imposible englobar en una perspectiva política uniforme al movimiento piquetero, de ahí que el rastreo por las procedencias políticas, por la influencia que tienen otros movimientos de lucha en América Latina sobre las distintas organizaciones, la relación con sus derivas posteriores, se vincula con la necesidad de identificar a los diferentes sujetos de los discursos y sus concepciones, sus apuestas y su orientación. 

El movimiento piquetero pudo poner en cuestión el consenso neoliberal e inauguró un nuevo ciclo de acción estatal en torno a la contención de la protesta social. Las políticas de asistencia que surgieron post 2001 no estuvieron vinculadas sólo a un giro político de parte del gobierno de Duhalde primePRÓLOGO 18 ro y de Néstor Kirchner después. Formaron parte de la revisión y toma de nota por parte de los organismos internacionales de crédito, de la enorme conflictividad que podía verificarse en toda América Latina. Cada país fue adoptando en forma particular los programas de asistencia a la pobreza, programas de transferencias condicionadas, como forma de contener al borde de la subsistencia a la porción de la clase trabajadora que oscila entre la desocupación abierta y la inserción precaria en el mercado informal de trabajo. Sin embargo, las primeras respuestas ensayadas no fueron precisamente de concesión de las demandas. Como se muestra en el desarrollo del libro, incluyeron variados mecanismos represivos que combinaron el accionar de las fuerzas estatales, la persecución judicial a través de la figura de extorsión, los aprietes y el amedrentamiento a manos del aparato clientelar, el encarcelamiento de dirigentes y el asesinato de manifestantes. El movimiento se sobrepuso a la ofensiva represiva y entre avances y retrocesos, lejos de retirarse, creció y se mantuvo en las calles.

La distancia o fragmentación que existe entre este sector y el que se encuentra asalariado en el mercado formal de trabajo, con salarios de convenio, con protección y seguridad social configura un dato cada vez más inexorable de la nueva configuración de la clase, no sólo en Argentina sino en el mundo. Por eso la forma particular en la que se organiza el movimiento de trabajadorxs desocupadxs en nuestro país perduró aún con la recuperación del empleo que se dio luego del año 2003. Recuperación que estuvo impulsada por el ciclo de las commodities y que se dio en base a la generalización del trabajo precario. Por eso, como dice Salas en su introducción, que les desocupadxs se organicen no es poco. La organización disputará tanto el sujeto destinatario de la asistencia, como el carácter de las contraprestaciones y del trabajo realizado, y se mostrará como una referencia para el acceso a una mejora en las condiciones de vida, para la población que habita los territorios en los que interviene. De este modo, será una mediación insoslayable para la aplicación de políticas de contención intentando revertir el carácter de individualización de la asistencia y su componente desmovilizador. 

La conquista de asistencia a través de planes sociales y alimentos no agotó el conjunto de demandas que fueron construyendo lxs sujetxs organizadxs. La lucha en torno a la reproducción de la vida incluyó la problematización y la exigencia de cuidados socializados, por lo tanto, la demanda en torno a políticas educativas, de salud, de asistencia a mujeres que padecen violencia patriarcal, de políticas para la juventud, de generación de redes de consumo alternativo, de apoyo a proyectos productivos, de espacios de cuidado de las infancias, de acceso a la tierra, a la vivienda y a la infraestructura urbana. 

Estas luchas adoptaron en muchos casos la metodología que se supo dar el movimiento en sus orígenes. La formulación de respuestas autogestivas, de resolución de necesidades con los recursos del propio movimiento para luego demandar recursos para su funcionamiento. La construcción “de hecho” de una institucionalidad alternativa fue un rasgo distintivo del período previo al 2001 y permaneció posteriormente al estallido social. 

La reconstrucción de esos primeros intentos de organización, los debates que surgieron entre los sectores organizados políticamente y la base que iba acercándose a las asambleas, muestran los ensayos de respuestas políticas que inauguran las nuevas ofensivas al trabajo. Desde la exigencia de trabajo genuino y los planes de lucha para el acceso a puestos de trabajo en empresas, hasta el desarrollo de proyectos productivos autogestionados, pasando por la demanda de subsidio universal para lxs desocupadxs y el pase a planta permanente de aquellxs que desarrollaban trabajos en la órbita municipal, constituyen ejemplos del repertorio de estrategias ensayadas. Al mismo tiempo, junto con las demandas planteadas, el repertorio de acciones de lucha incluyó la apelación a la acción directa, la irrupción en el espacio público para lograr la visibilidad de los reclamos y el trabajo de base cotidiano, el momento de deliberación colectiva en asambleas locales. 

El recorrido no es indulgente, no idealiza ni romantiza el sujeto piquetero. Tampoco lo analiza en forma aislada, fragmentada de la dinámica global de lucha del movimiento obrero, de la clase entendida en su sentido amplio. Hay una apuesta al registro riguroso y pormenorizado de los datos y coordenadas históricas, nos sitúa en esa acumulación trabajosa influida por las definiciones políticas que fueron tomando las organizaciones, pero al mismo tiempo por los procesos sociales que influyen y constituyen el marco de la acción política. Hacer historia en condiciones que no elegimos, y para ello el análisis concreto de las situaciones concretas se vuelve indispensable. De ahí la importancia de revisitar caracterizaciones de etapa, concepciones del sujeto que aloja la potencia de transformación de las relaciones sociales, concepciones sobre el Estado y el carácter del capitalismo argentino. 

Los procesos relatados también nos invitan a pensar en los cambios subjetivos, en la experiencia que constituye aprendizaje, en la sensación de dignidad que ofrece la conquista de un reclamo que contrasta notablemente con el padecimiento (y muchas veces la humillación) de la solicitud individual de la asistencia que transita quien anteriormente vivía de un salario. La posibilidad de salir del aislamiento y la vergüenza y constituir procesos colectivos que demandan ser escuchados, que logran vencer el miedo ante la amenaza represiva, implican la experimentación de un poder propio, un poder que se ejerce y que se constituye en el enfrentamiento. La modificación de las relaciones de fuerza supone siempre un momento de confrontación que trastoque el equilibrio anterior y para ello la disposición al enfrentamiento supone necesariamente un convencimiento, un andamiaje subjetivo, supone la construcción de fuerza moral, la convicción de que la lucha valdrá la pena. 

Ese ejercicio de poder luego será conceptualizado como poder popular y será materia de numerosos debates teóricos, pero será vivido como muy diferente a la participación política que propone el sistema de representación mediada por los partidos del régimen, que, para este momento, se encontraban sumergidos en una profunda ausencia de legitimidad. Para el año 2001, el “poder popular” va a aparecer como uno de los ejes que se propone desarrollar la Coordinadora Sur, vinculado al desarrollo de la conciencia transformadora de los sectores organizados. Ese ejercicio de poder puede verse desplegado en los distintos momentos que analiza el autor y —aunque no esté mencionado como tal— se ven sus efectos y sus manifestaciones. 

Recorrer esta historia también nos lleva a toparnos con las biografías de lucha y el enlace entre distintos períodos y ciclos de protesta. Pasados de experiencia de militancia sindical, política, traspasos generacionales, diálogos entre distintos sujetos históricos, viejas y nuevas generaciones. Un enlace necesario entre pasadas y presentes camadas de activistas, una transmisión que tiene ausencias irremplazables y una derrota sobre las espaldas. Justamente es por eso que repasar esa historia de rearme, de reconstitución de las fuerzas populares, nos invita a un balance necesario para intervenir en este presente. La conjugación entre la historia de las luchas y la singularidad de las biografías, nos permite ver con claridad que no es indiferente lo que decidimos hacer con nuestras energías militantes, nos invita a no darnos por vencidxs ni aún vencidxs. Las tendencias históricas del capitalismo se topan en cada territorio con PRÓLOGO 22 cuerpos, con sujetxs colectivos que, en su lucha por el cambio social, y de acuerdo a cómo se resuelvan las confrontaciones, configurarán los territorios de modos diversos. La historia no está escrita de antemano. Y la historia que escribió el movimiento piquetero en nuestro país se sigue escribiendo hasta el presente, sigue siendo determinante para impedir el ataque a nuestras condiciones de vida, y para seguir apostando a la transformación del sistema capitalista y patriarcal hasta que todo sea como lo soñamos.


 Jorgelina Matusevicius  - Diciembre de 2021 

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