

Cuando Dolores Rom se encontró por primera vez con sus jóvenes alumnos, sentados en los rústicos bancos de su modesta escuela, se enfrentó al desafío de enseñar a un grupo de niños que, en su mayoría, no sabían siquiera qué era una letra. A pesar de las dificultades, Rom tomó la decisión valiente de dedicarse a la educación de estos pequeños. Su padre la alentó en esta noble tarea y, en ocasiones, incluso venía a observarla desde fuera de la ventana mientras impartía sus clases.
Dolores Rom nació el 31 de octubre de 1866 en Tandil, hija de Clemente Rom, un español, y Dolores Molina, una uruguaya. Llegó a Necochea el mismo año en que la ciudad se fundó, marcando así el inicio de su legado educativo.
A pesar de las limitaciones materiales de la época, Rom se esforzó por mejorar las condiciones de su escuela: "Fui poco a poco dotando a la escuelita de lo que le hacía falta", recordaba. "Puse los horarios en marcos, ordené deberes en carpetas, hice la biblioteca en el armario de lavatorio que llevaba la casa".
Un momento decisivo llegó cuando el primer inspector se presentó en su escuela. A pesar de las limitaciones físicas del edificio, Dolores Rom dio una clase ante el inspector Leopoldo F. Bom y Angel Murga, fundador del pueblo. Su dedicación y habilidades la llevaron a ser nombrada oficialmente como la primera maestra de Necochea.
A lo largo de su vida, Dolores Rom vivió dieciocho años y siete meses. Se mudó, ya casada, a San Antonio de Areco y posteriormente a Buenos Aires en 1906. En la actualidad, la Escuela Nº 10 lleva su nombre, perpetuando así su legado en la educación local.
Uno de los momentos más destacados de su carrera tuvo lugar el 9 de julio de 1893, cuando Dolores Rom tocó el primer piano de Necochea en la celebración del Día de la Independencia, interpretando una pieza musical en un acto que reunió a la comunidad. Entre sus alumnos en ese momento se encontraban destacadas figuras como Juan Tarsia, Valeriano Portillo, Ana Giusto, Josefa Tamborín, y muchos otros, quienes participaron en una fiesta memorable a beneficio de los niños necesitados de la ciudad.
Casi cuatro décadas después de su partida de Necochea, Dolores Rom regresó en octubre de 1931 para participar en los festejos del cincuentenario de la ciudad, siendo recibida con cariño y admiración por sus antiguos alumnos. Diez años después, esta maestra inolvidable falleció en la Capital Federal.
Aunque Dolores Rom fue la primera maestra de Necochea, no fue la única que dejó una huella imborrable en la educación de la ciudad. Otros nombres como Remigio Alonso, Valeriana Setien, Manuela Murga y Sebastián de María también contribuyeron significativamente al desarrollo educativo de Necochea, dejando un legado educativo que perdura hasta el día de hoy.