

Con una infancia privilegiada cerca de la playa, no deja de valorar la ciudad que tenemos cuando ha sabido vivir a miles de kilómetros de la peatonal 83. “Qué increíble lo que tenemos. Me acuerdo ir a andar a caballo al parque, en la Avenida 10 al fondo. La vuelta al perro ahora se hace ahí, antes la hacíamos en la Avenida 2”, reflexiona.
Santi fue al colegio Danés toda su vida, desde el jardín hasta el egreso. “Hice amigos ahí, como en el barrio. Todas las canchas de fútbol estaban en baldíos, jugábamos los interbarriales. Eso estaba buenísimo”, recuerda con nostalgia.
Al egresar, se fue para Mar del Plata en busca de estudiar periodismo deportivo, pero como no había se anotó en la FASTA en la Licenciatura en Comunicación. “Me recibí y me di cuenta que me gustaba la parte radial. Hicimos radio en esa época”, cuenta.
VIAJAR HASTA EL FINAL
La buena formación en el idioma inglés le empezó a abrir puertas a Santiago. Su primer gran viaje lo hizo a Estados Unidos. “Fue una experiencia muy buena, una novia de ese entonces me dijo de pasar un verano allá. Laburé de mozo en un club de golf de millonarios. Iban a la Florida a jugar el golf, comer y tomar, se ponían colorados e hinchados de lo que comían. Nosotros los atendíamos. No sabían dónde quedaba Argentina, son ignorantes de nuestro país”, reconoce.
Luego estuvo un año más en Mar del Plata, se recibió y se fue a Canadá a un centro de Sky. “Consguí trabajo por internet, hice entrevistas virtuales con empresas, y me contrataron. Me tramité una visa por un año”, cuenta y agrega: “Fue muy duro Canadá… lenta, poca gente, poco consumo. Te pagaban por hora, te contrataban poco. Ya me agarraba la cabeza porque no me daban los números. Muy jodido el clima, 30 grados bajo de cero, temperatura dura. Todo se hacía dificultoso, desde ir a tomar el colectivo hasta tomar una cerveza. Caminar en la nieve es como caminar en la arena, un esfuerzo físico descomunal. Encima vivía en una loma. Me volví y me puse a laburar en Venezia, en Necochea”.
Tras dos experiencias en países lejanos, Kantt se fue a La Plata a seguir formándose, esta vez como locutor en el ISER. Se llegó a recibir y hacer radio en Buenos Aires, también de mozo en algún bar, pero la experiencia en la ciudad de las diagonales estuvo marcada por seis años de venta de ollas de acero quirúrgico: “Conocí gente hermosa. Me metí a la casa de jugadores de fútbol, políticos. Me di cuenta de chico que tenía la veta comercial, en la costa seducía a la gente para que entre a restaurantes y eso me definió”, indica.
UNA PANDEMIA COMPLICADA
En 2020 el cese de actividades lo deja sin trabajo y se metió en lo digital. “Hice un curso de marketing digital y vendía productos en redes sociales. Cursos de todo tipo. Sobreviví seis meses, y ahí doy con Lucas que fundó Fichap. Me pongo a laburar con él y me puse a vender software”, explica. Ahí empezó a alternar los veranos con Necochea.
Este año Santiago se fue a México. “La empresa tiene oficinas allá. Soy un nómada digital. Estando en México conocí muchos lugares”, contó. Lejos de romantizar el país, señaló que hay mucha pobreza y necesidades.
Compré el pasaje en junio y en agosto estaba en México. “Fui a ciudad México, ahí empecé a girar estos cuatro meses, viví en seis casas distintas. Viví con un alcohólico, casi nos matamos, después con un compañero de trabajo en un barrio bien. No me paraba de mover. Siempre pasaba algo” dijo.
Santiago se puso de novio con una mujer mexicana. “Terminé conociendo a la familia, los hermanos son futboleros fanáticos de Messi. La idea es volver en Marzo, Abril. Estoy tramitando la residencia, como hice con Canadá”, manifestó, y agregó sobre qué consejos le daría a quienes aspiran a una vida así: “Yo creo que hay que correr el riesgo, como dice la canción del Plan de la Mariposa. Más cuando uno no tiene responsabilidades. Este estilo de vida es un poco más difícil, pero cuando estás ligero de equipaje, sugiero aprovechar la experiencia. En Canadá me fue mal, en Estados Unidos me fue bien”.
Cuando se le preguntó por el futuro, respondió: “siempre creo que voy a volver a Necochea, es como que hay un imán que siempre te llama. Más allá de los amigos y la familia, la ciudad en sí me gusta. Muchas veces la extraño. El atardecer acá es imponente. En un futuro me veo en Neco, en lo inmediato me veo disfrutando otras ciudades”.
En Puerto Escondido esquivó un huracán, en México DF tuvo que ir al hospital por una hinchazón en el pie, en un boliche vio el narcotráfico en los baños, en Holbox vio por tele ganar el clásico a su querido Lanús. Santiago siempre va para adelante, con la incertidumbre como bandera pero la adrenalina latente de un joven que quiere seguir viviendo experiencias. En Necochea vendió sanguches, puso un carrito en la playa, atiende en bares, no afloja: “Creo que lo importante es arriesgar”, concluye.