

El Municipio ha intensificado los operativos contra estos desórdenes sonoros, con un registro de 530 motos secuestradas y 370 escapes destruidos por generar ruidos excesivos. Los jóvenes que producen estos desmanes directamente han sido calificados como "delincuentes" por funcionarios municipales en los medios de comunicación que con todo sus esfuerzos se están encargando de mostrarle a la población que "van contra ellos". Sin embargo, la efectividad de estas acciones se ve empañada por una aparente selectividad en la aplicación de la Ordenanza de Ruidos Molestos.
La comunidad observa con inquietud cómo ciertas celebraciones o eventos, a menudo ligados a figuras influyentes o intereses particulares, parecen quedar exentos de las mismas restricciones que rigen para el resto de los vecinos. Un claro ejemplo reciente fue un evento automovilístico en la costa, donde el rugido de "todos los motores encendidos" se escuchó en pleno centro de la ciudad. Esto contrasta de forma notoria con las campañas municipales que buscan concientizar sobre el impacto de los ruidos en personas con discapacidad, quienes sufren de hipersensibilidad auditiva.
Foto Ecos Diarios
Este patrón de permisividad selectiva no es nuevo. Se recuerda la celebración de la victoria de Jhonito en el TC, con una autobomba sonando a todo volumen en la avenida, o la transmisión en redes sociales de los estruendos y fuegos artificiales en el Parque Miguel Lillo, durante el festejo del bicampeonato de fútbol de Villa Díaz Vélez. Estos episodios, donde la autoridad municipal no intervino para mitigar la contaminación sonora, refuerzan la sensación de que para algunos, las normas son más flexibles.
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Para las personas con discapacidad, especialmente aquellas dentro del Espectro Autista (CEA) y con hipersensibilidad auditiva, los estruendos de alto impacto sonoro no son una simple molestia. Pueden provocar estrés, ansiedad, miedo y desencadenar crisis, gritos, autolesiones y reacciones agresivas. Estos sonidos afectan la frecuencia cardíaca, la secreción hormonal vinculada al estrés e incluso pueden generar convulsiones espontáneas. Es crucial comprender que la exposición a estos ruidos no solo compromete su bienestar, sino que vulnera su derecho a un entorno pacífico y a una mejor calidad de vida.
Si desde un área municipal se impulsan campañas donde madres piden menos ruido y más luces para las fiestas, resulta incomprensible que, al mismo tiempo, se celebre el rugido de motores en pleno centro. Algo no cuadra. Los funcionarios, independientemente del área que ocupen, deben tener en cuenta reglamentaciones que no solo atañen a su función específica. La incoherencia entre las campañas de concientización y la permisividad en ciertos eventos mina la credibilidad de la gestión. ¿Acaso la "vidriera" de una celebración deportiva justifica pasar por alto la tranquilidad de cientos de vecinos, o el bienestar de las personas con discapacidad?
El interrogante que persiste en la comunidad es contundente: ¿Por qué parece haber dos tipos de ciudadanos en Necochea? ¿Aquellos que deben cumplir la ley y aquellos que, por alguna razón, gozan de excepciones en el control? El llamado de atención se dirige directamente a las autoridades municipales. Son ellas las responsables de garantizar la equidad en la aplicación de las ordenanzas y de dar el ejemplo.
La comunidad necochense espera que la gestión actúe con firmeza y sin privilegios, demostrando con sus decisiones que las normativas son para todos y que la paz social es un derecho innegociable. ¿Estarán las autoridades dispuestas a aplicar un mismo rasero para todos los ruidos molestos, sin importar quién los genere?