viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº2763

Arte y Cultura | 6 may 2020

Quedate en Casa

"Rojos", de Esteban Rodríguez

Cuentos y relatos de autores necochenses en el marco de la campaña nacional "Quedate en casa". Se publicarán todos los días de cuarentena a las 20 hs.


"Rojos" de Esteban Rodríguez*

 

Cuando Nicolás ll presentó su renuncia, el hambre caminaba las calles. En las estaciones de tren, soldados heridos y deshidratados eran atendidos en hospitales de campaña. Los Soviets, trabajadores organizados, agobiados por la miseria, se preparaban para hacerse cargo del  poder y terminar con la guerra.

Diane y John se mantenían atentos esperando una señal, querían estar ahí en el momento que los acontecimientos estén sucediendo. El viaje lo pensaban juntos, compartían horas estudiando la situación política generada en Moscú. La información era escasa y tardía, discutían alternativas de ruta, tiempos y peligros. Se habían puesto de acuerdo, iban a escribir esa historia juntos.

La moneda sobre la vida, había caído de espaldas, podrían morir abrazados de frio. Era muy peligroso, el viaje, la guerra, y el clima. Ella no tenía que ir decidió John, y se fugó sigilosamente durante la madrugada, mientras Diane dormía. Trató de sacarle horas de ventaja, para obligarla a desistir.

Desde Copenhague tomó un tren a Estocolmo, Suecia, que mantenía su neutralidad. Para llegar a Finlandia tardó dos días. Durmió en el bus que lo trasladó hasta Umán, una zona poco poblada, con una colonia de pescadores finlandeses que podrían cruzar el báltico. Desde Vaasa hasta Moscú, se trasladó por el único camino posible, sumamente peligroso, con temperaturas muy bajas, nieve acumulada,  y grupos de soldados perdidos en el terreno. Tardo una semana en llegar. Su salud comenzaba a estar visiblemente deteriorada. Sheila lo acostó y le informó: --Diane está en viaje, sola, hace dos días salió de Helsinki--.

Ella despertó y John ya no estaba, lo buscó en la vivienda, no encontraba su portafolio, salió por el pasillo hasta la vereda y vio sólo la arena volando por la calle vacía. Su cuerpo tensionado se desgarraba, se fue quebrando hasta llegar al suelo, ahí temblaba de impotencia y frio. Estuvo poco tiempo conmovida, su instinto la saco de ese sentimiento que la desgarraba y logro sobreponerse.

Diane tenía presente la noche, que silenciosamente, se escaparon de la fiesta del Alcalde de New York. Mientras bebían, John le propuso vivir una aventura, dar testimonio de un momento que iba a cambiar el destino de la humanidad. --Una propuesta de vida--, dijo Él sonriendo. Ser testigos de los acontecimientos.

Llegó a Finlandia una semana después. John ya se había ido.  No dudo en continuar. Ella también quería estar ahí.

Se paró firme sobre el trineo, tensó sus piernas y se sujetó con fuerza a las riendas de los Husqui siberianos. El guía aprovechaba la luz del día, forzaba el andar de los perros, para no morir en el camino. Fueron seis días que pasaron en la nieve, sin más refugio que pinos congelados y maderas húmedas para quemar.

Llegó famélica, con varios kilos menos, recursos escasos. Comió borsch caliente y durmió en casa de Sheila Marx, dirigente del partido comunista norteamericano, a quien había conocido en  encuentros clandestinos que compartieron con John, en su casa de Nueva York. 

Sheila estaba bien informada. Participaba activamente de las reuniones del PC de Rusia. --Él está en un tren que ha sido emboscado camino a Kazajistán, tierra de Panfilov. Fue atacado por fuerzas nacionalistas musulmanas--. Hay muchas pérdidas humanas, comentó. --Hoy está volviendo el tren con heridos y sobrevivientes a la estación de Moscú. Se espera que llegue en la madrugada--.

Diane acomodó su cabello debajo del pañuelo, observaba los copos de nieve que lentamente caían en su abrigo. Esperaba en la estación de tren, ilusionada como todos. Deseaba ver luces acercándose, se movía como podía en el andén, había poco espacio para caminar. Llovía intensamente, sin contemplación por la espera. La oscuridad se convirtió en un refugio de angustias, una noche negra, sin estrellas, sin luna. Las lágrimas enfriaban sus mejillas, no podía controlar la ansiedad.  La incertidumbre torturaba su optimismo.

Prefirió irse, sin esperar ningún milagro, sin darse vuelta, en silencio. Desorientada caminó bajo la lluvia, por calles abandonadas. . Lloraba, la muerte le hablaba en secreto.

Con tristeza observaba los quebrachos quemándose en la chimenea, Iluminada por el fuego y alterada  por el insomnio. Tamizo una amapola seca hasta convertirla en opio. Se durmió sobre el sillón, acurrucada por el frio.

El tren llegó entrada la madrugada, la estación vibró de emoción. John fue uno de los últimos en bajar, tenía vendada la cabeza, y lastimado su brazo. Esperaba verla en el andén, la busco hasta que no quedó nadie.

Pensó que no había podido llegar, los caminos desde Finlandia estaban llenos de nieve. Le había advertido que no lo hiciera, que él volvería a New York. Lloró por dentro su ausencia.

Al verla dormida,  la observó risueño con brillo en sus ojos. Con sigilo se arrimó a la chimenea, froto sus manos, puso leños para reavivar el fuego, y cuando se encendió la llama con brillo incandescente, Diane abrió los ojos. Se miraron, y se quedaron abrazados un buen rato.

Mientras se besaban con desesperación y reproches, reflejos de las explosiones y luces penetraban por la ventana, iluminando sus rostros. La insurrección estaba en las calles, comenzaba el desafío, la aventura más trascendente de la época.

Salieron caminando juntos, orientados por las antorchas, que se dirigían a la plaza. La presencia de trabajadores organizados, convencidos de su fortaleza, los obligaba a encontrar espacios, para acercarse a los agitadores. Se estaba terminando una era de sometimiento, que albergaba una nueva esperanza. Un nuevo orden político y económico administrado por trabajadores.

Soldados heridos y hambrientos volvían, quedaron agolpados en vagones de tren y ahí esperaban, alrededor del fuego. Los heridos eran trasladados a hospitales de campaña, que atendían con lo que podían, el dolor y las perdidas. Matepn organizaban en ollas enormes,  borsch caliente para apaciguar el frio. Mientras en las reuniones, los soviets discutían la insurrección final contra el Zar.

Diane y John, no paraban un segundo, las teclas de sus máquinas de escribir no tenían tregua. Recopilaban la información en las calles y la suministraba Sheila, que se había convertido en una dirigente de consulta para los líderes más resonantes. Las notas enviadas a los EE UU eran publicadas por el Washington post.

John, contagiado por el clima reinante en las calles,  se subió a una tribuna y en un inglés traducido, arengaba a tomar el poder, que decidieran por sí mismos como sería su destino. Diane veía al joven rebelde que se asomó a su vida, invitándola a compartir un sueño, abrazado por rusos que solo percibían su compromiso y buscaba emocionada su mirada para compartir ese momento inolvidable.

Las noches pasaban y cada día amanecía más cerca la revolución. El clima estaba cambiando, el mundo entero esperaba el asalto final. El Soviet decidió el 25 de Octubre ocupar el Palacio del Kremlin y las antorchas encendidas en todas las calles, dieron luz a un nuevo tiempo. 

John escribió un libro contando “los diez días que conmovieron al mundo”, al poco tiempo murió. Diane volvió a New York, y escribió durante años para el Washington Post. 

Subieron junto a los líderes revolucionarios las escaleras de mármol, observando los despachos vacíos. La multitud festejaba el triunfo y se aseguraba que el Zar se haya ido.

 

*Esteban Rodríguez 

*Comenzó sus prácticas en talleres literarios en la década del 80 con Susana Silvestre, escritora y dramaturgia argentina, discípula de Abelardo Castillo. En necochea integró el grupo Filloy, creado por Maria Cristina Martinez Teixans y tuvo una participación en la publicación de su experiencia en talleres literarios al cumplir treinta años de trayectoria. 

Estudió con Marcelo De la hera, líder del grupo de escritores conocido como "Fabuladores". A su vez, en la actualidad escribe para algunos portales de Noticias y supo producir un programa de radio durante dos años en Necochea. Actualmente es Presidente de APYME delegación Necochea.

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