viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº2756

Arte y Cultura | 13 may 2020

Quedate en Casa

Relatos desde la cárcel: "Se presume culpable"

¡Seguimos subiendo cuentos, poesías y relatos de escritores y escritoras necochenses! Todos los días desde las 20hs. Hoy "Se presume culpable", de D.M, un quequenense que se encuentra privado de la libertad.


SE PRESUME CULPABLE

(Para doña María, don Pepe y don Juan)

 

La presunción de la justicia, es como la insinuación de doña María, (con todo respeto), que da su opinión, califica, señala y culpa sin ningún motivo y sin conocer al que dañan.

Yo también puedo presuponer que este o aquel pueda andar en cosas raras, solo por qué cambió el auto o progresa, es lamentable, pero casi todos somos un poco doña María, prejuzgamos sin conocer a la persona en cuestión y a veces hasta por su rostro, después de lo que me pasó, deje de ver noticieros, nada es creíble para mí, viví en carne propia, la mentira y la infamia.

 

Pero la justicia no debería ser así, más que nada porque durante casi un año tuvieron acceso a mi vida, ya que tenían mi teléfono pinchado, (como se dice) y también estuve vigilado, por supuesto yo ni enterado, una persona que no tiene nada que ocultar no tiene que preocuparse por eso, sabían de mí, todo, con mi ayuda podrían haber encarcelado al verdadero culpable, pero no, prefirieron el circo, que es mas redituable sin importarles a quien perjudican.

La ley de presunción da un poder extraordinario para hacerles el trabajo más fácil a los Jueces, total, después se arregla, pero aquel que perjudicaron queda destruido.

 

Además de enviarme a una cárcel, secuestraron la computadora de mi trabajo, las computadoras de los chicos, los teléfonos, el dinero y el auto, dejando una familia a la deriva, si, una familia con menores de edad sin ningún sustento.

El Juez se dio cuenta que había cometido un error, pero no podía después de tanto ruido asumirlo, así que obtuve solo la prisión domiciliaria a los seis meses por mi edad, la salud y el trabajo infernal de mi abogado y la familia que no le perdió pisada al juzgado, esto hizo que vieran que corría riesgo mi vida.

 

No soy ni ladrón ni narco, así que no puedo salir a robar ni vender droga, solo soy un intermediario en ventas y a raíz de lo sucedido tuve que dejar de trabajar. A nadie le importó que fuera mi única forma de subsistir, trabajando, toda mi clientela de 14 años está en esa computadora que tiene en su poder la justicia y que ya está totalmente peritada, en la cual no pudieron encontrar nada porque jamás hubo nada malo de mi parte, solo que uno de mis clientes, quizás el mejor y más astuto que tuve, y al que traté como el buen cliente que era, pero resulta que este “señor cliente” no andaba en buenos pasos y lo que compró lo usó para hacer un ilícito, lo mínimo que tendrían que haber hecho es darme falta de mérito y pedirme disculpas ¡pero no!  me abandonaron sin compasión. Como puedo saber lo que hace cada cliente con la maquina o el producto que yo le consigo para ganarme una comisión, imposible para mí y para cualquiera, es como si un agenciero venda un auto, el que lo compra comete un delito, pero el que va preso es el agenciero, no tiene sentido.

 

Pero da redito político hacer un gran circo sin verificar la verdad, cuantos más presos meten, pareciera que son mas votos, sin importar a quien perjudican y con esa ley de presunción llevaron mi vida al caos, pasé momentos tremendos de mal trato, momentos de desarraigo, solo, metido en un pozo ciego, lo peor que le pueden hacer a una persona inocente es tratarlo como delincuente y de eso se trata, no quiero dar lástima, pero tampoco quiero que lo mío pase sin dejar un precedente. Porque me paso a mí, pero nadie está exento ni siquiera doña María, un político, un juez, un abogado o un fiscal de que, por falta de atención de la justicia, se cometa semejante error.

 

Se puede usar la ley de presunción cuando hay indicios, pero en mi caso se tomó a la ligera y no hay ninguno, cero prueba, no podrán hacer nada que no fuera legal, porque no hay nada en mi contra y lo digo a los gritos, ya, que yo me entero de todo, el día que me hicieron el allanamiento, del cual no encontraron nada porque jamás tuve que esconder nada, mi vida es cristalina como el agua, solo me podrían adjudicar como pena, mis comisiones, un dinero muy pequeño que no tenía forma de declararlo y así comenzaron con el derrumbe de mi familia.

Hicieron ese día como veinte allanamientos, se llevaron unas 30 personas, al final en unos días quedó un solo argentino, yo, los verdaderos culpables no estaban en el país, pero alguien tenía que quedar después de tanto ruido.

Tuvieron la oportunidad de apresar al verdadero culpable, pero no quisieron, no pudieron o no supieron, este es otro de los dilemas que jamás podré entender.

 

Ese error no le afecta a la justicia, ellos siguen su vida normal, creo que ni se dan cuenta, pero el perjudicado queda al desamparo, buscando abogados que te den una luz, solo confiando en Dios y en la familia desesperada que queda afuera pero tan presa o mas que uno, todo es desgracia, llanto, impotencia, desazón y oscuridad.

 

Me arrancan de mi casa, esposado con la mirada y el llanto de mis hijos y de mi esposa y yo tratando de calmarlos explicándole que era un error y que enseguida volvería a casa, era lo más lógico en ese momento, así que lo tome con calma.

Los primeros días la pase en una celda en Capital, con un colchón húmedo sobre una barra de cemento en pleno junio, sobre el final de esa cama había una letrina sucia y sin agua, el piso mojado y la única respiración era una ventana de veinte centímetros sobre la puerta, mi perro tenía diez veces más comodidades y limpieza que yo, realmente hay que ser muy bestia para meter a una persona en esa inmundicia.

 

El circo preparado con capuchas, vallados, sirenas, motos, fotógrafos, camiones blindados, helicópteros y las esposas que cada vez se apretaban más y me cortaba la circulación de las manos, mientras bailábamos de un lado a otro en ese colectivo al compás de la locura del chofer, que nos llevó a la ciudad de Campana a declarar, un viaje tétrico, impensado para cualquier persona de bien.

 

Me llevaron ante el secretario del Juez, recuerdo bien que el muchacho bostezaba por que eran las dos de la mañana, él estaba cansado resolviendo mi vida, era atento, pero se le notaba que nada le importaba mi persona, ni mi estado. Después de declarar pude ver a mi familia cinco minutos por día, las gaseosas que me traían las usaba para limpiar la letrina y hacer correr un poco de líquido ya que no había agua y con pañitos húmedos para bebes me aseaba como podía.

Me entero que entre mis vecinos y parientes juntaron el dinero para tener un abogado ya que me habían secuestrado lo que la familia tenía como resguardo, que no era mucho, pero era nuestro.

 

No sé hoy, como pude superar esa locura, uno saca fuerzas de algún lugar, de Dios creo, ya que no sé cómo viví lo vivido.

Descubrí en ese tiempo que la gente de la policía federal, sin ellos saberlo, no solo eran policías, actuaban de psicólogos, los mayores, los que tenían muchos años de calle, saben cómo tratar a cada uno, para ellos yo era un (perejil) y me trataron con respeto, aprendí a respetarlos y valorar su trabajo, los he visto llegar y limpiar las celdas, traer la comida, buscarte un cigarrillo y sobre todo calmar a los más perjudicados. La justicia tiene una coraza impermeable que les impide reconocer quien es quien, tendrían que consultar más a estos policías con experiencia, no digo que sean jueces, pero la calle te hace más sabio.

 

Luego de quince días terribles, me llevaron en un sombrío colectivo junto a otras dieciocho personas, esposado y encadenado a los asientos del micro, sin saberlo fui a la cárcel de Ezeiza, mi cuerpo estaba paralizado de frio y dolores musculares ya que los tres días anteriores me tuvieron en una celda de la unidad 28 durmiendo en el piso, un lugar totalmente deshumanizado, tres días de suplicios, gritos que surgían de todos lados, con una luz potente día y noche, recostado contra una pared, tratando de hacerme un lugarcito entre una treintena de personas y fue ahí la primera vez que le pedí a Dios que me llevara, era como un corral de vacas prácticamente uno encima del otro, solo el que lo vivió sabe lo trágico que es ese momento.

 

Entré a la cárcel con la moral destruida, estaba vencido anímicamente sin poder creer lo que me estaban haciendo, volaban mis pensamientos, lloraba por mi familia, me sentía ultrajado, me estaban robando la libertad, me arrancaron de mi hogar sin ningún derecho, me pusieron contra una pared totalmente desnudo, temblando de frio y mi ropa en el suelo mojado, me filmaron y me fotografiaron de pies a cabeza, uno está ahí, sin saber cómo sigue, rodeado de carceleros con poder, te empujan, te insultan y yo con 67 años soportando semejante bajeza.

 

Estuve seis meses en esa tumba, arrastrando una frazada con mis pertrechos de un lado para otro, a nadie le importaba que mis piernas no me respondían, solo algún preso con experiencia se acercaba y me daba alguna ayuda.

No todos los internos son malas personas, hay mucha gente rescatable, pero eso al sistema no le importa, tampoco la comida es como la mayoría piensa, solo te dan pollo hervido y una carne imposible de masticar y no crean la estupidez de que al preso le dan un sueldo, solo al que trabaja y lo poco que gana se lo gasta en la proveeduría de la cárcel y a precios de más del doble que otro lugar.

 

Los que teníamos la suerte de tener una familia que empezaba hacer la cola a las cuatro de la mañana para entrar a las diez, un día, de dos horas por semana, comíamos algo digno.

Las horas se tornan pesadas, interminables, las noches están cubiertas de preguntas sin respuestas, de pesadillas cortitas y se sigue esperando hasta el nuevo día que se confunde con la noche y llega un momento que ya no hay mañanas, no hay tardes, todo es igual y en mi caso, solo porque un Juez tiene una “presunción”.

 

Te mezclan con todo tipo de personas, no soy nadie para juzgarlos, pero durante varios meses temí por mi vida, me aguantaba el llanto para no mostrarme débil, ya había observado lo que le hacían a los que se derrumbaban y no sé, de donde saque fuerzas para mostrarme fuerte.

Todas las mañanas a las ocho abrían las puertas de las celdas y pasaba un carcelero para ver si estabas listo para salir al patio o para saber si estabas vivo, parece mentira, pero había uno que me inspiraba, por el solo hecho de decirme, -Buen día viejito, ¿Cómo estás?, siempre pensaba, este muchacho tiene un buen padre, no todos son iguales, pero traté de rescatar la parte humana, tanto de los presos, como de los carceleros.

 

Siempre fui un observador de todos los detalles, en solo seis meses viví una vida completamente distinta y me mezclé con todo tipo de estatus sociales, de cada uno aprendí lo bueno y lo malo y quedarán grabados en mi memoria.

Para consolarme pensaba que por alguna razón Dios me había puesto en ese lugar y hoy creo saber por qué.

Pero lo dejaré para más adelante, por ahora solo quiero agradecer a Mi Familia y amigos, que estuvieron siempre ahí, con frio, con lluvia, sintiendo el mismo dolor, la misma angustia, en pocas palabras, “estuvimos todos presos” ellos a fuera rodeados de impotencia y yo en mi celda rodeado de preguntas y cucarachas.

 

Y a doña María, don Pepe y don Juan les sugiero que se tomen tiempo antes de juzgar y condenar, por ahí y por esas cosas de la vida, les puede tocar a ustedes y no lo podrán entender, como no lo puedo entender yo.

 

 

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